domingo, 3 de enero de 2016

Mi gente

Hay veces que ves una película, lees un libro y algo entra dentro de ti y se toma la libertad de revolver todo lo que tienes dentro. 
Hay veces que al huracán lo empuja justo lo que nos falta. Otras la magia es increible, porque a ese huracán lo empuja justo lo que tienes, lo que valoras, lo que sólo imaginar que te falta es una puñalada en las entrañas.
A mí me pasa con los gestos de amistad, con cualquier libro o cualquier película, siempre se me desborda la alegría y tengo que aguantar alguna lagrimilla. Es la alegría de saber que si hace falta siempre tendré por Madrid una mano amiga. Que siempre tendré por Madrid un café, una montaña o una borrachera para meterme a la fuerza un par de consejos y alegría, para superar cualquier mierda.
La alegría de saber que si todo falla, si los mandos de la nave se bloquean, si caigo en barrena, ha fallado el plan A, el abecedario completo y los dos de emergencia, aún tengo el recurso de un lugar donde se para el mundo y el tiempo. Donde a golpe de varita, de besos, abrazos y caricias mi madre cura heridas. 
Donde a golpe de sonrisas, mis sobrinos me devuelven los poderes, el optimismo, me aupan y me coronan supertío. 
Donde ocho ojos, de cuñadas y hermanos, a fuerza de chistes y carcajas pondrán en ridículo a aquellos enemigos y aquellos problemas, los pondrán en evidencia hasta hacerlos mucho más pequeños.
Donde mi padre esperará su turno y  dará con esas palabras que me señalarán cómo volver al mundo, y simplemente, ganar. Me pondrá vendas en los nudillos, me dará un abrazo en el que irá todo el amor del mundo, me sonreirá orgulloso, me dará una palmada en los hombros y me dirá: - Y ahora, a ganar y disfrutar -

Esto es un gracias por todo, a todos y todas.