domingo, 15 de noviembre de 2015

Reinventarse

Hay veces que te sientes en un cuerpo extraño, como si todo,salga bien o mal, no encajara. Como si todo fueran pruebas o balas disparadas a dar. Si algo sale bien, la esquivas y salvas la vida, con tu relámpago de miedo por el cuerpo y tu sudor frío color pánico por la frente. Si algo sale mal, otra herida, otro sitio que te sangra y por el que se te escapan lágrimas con la vida. 
Así vas esquivando balas, saltando, bajando cuerpo a tierra, con el miedo decidiendo momento a momento, hasta que todo lo mueve la pura inercia y las ganas de sobrevivir.

Yo admiro a esas personas capaces de convertirse en trinchera en mitad de esa guerra. Esas personas que respirando tres, cinco, diez veces, cambian la perspectiva y el mundo. La primera respiración pone claveles en las puntas de los fusiles, la segunda cambia una legión de soldados por una constelación de profesores con mil lecciones que enseñarte y aprender, la tercera respiración cambia la maldad de los relojes y en vez de tragarse el tiempo, lo escupen poniendo arenas de oro a sus pies.


Admiro a la gente que sabe encontrar su pasión, que tiene el valor de jugar con ella aunque se le erice cada pelo del cuerpo, saber aceptar esa electricidad que recorre cada poro de su piel. Que sabe ver cómo dedicar su vida a ese relámpago, hasta que pase la tormenta y buscar otra.


Admiro a quien llega a la cama muerto de cansancio y sólo piensa en resucitar la mañana siguiente para comerse el mundo estrenando su vida cada día.

Admiro a la gente que es capaz de reinventarse, cuando se aburre de mirar al mundo siempre del mismo modo.

Quizás sea ese el secreto, cuando llega el aburrimiento y se queda el tiempo suficiente para ser rutina, cuando el movimiento lo manda la inercia... Morir, resucitar, volar y reinventarse una vida alrededor de una tormenta con relámpagos que ericen nuestra piel. 


domingo, 8 de noviembre de 2015

Mucho más que un hombre y mucho más que una mujer

Más de una y veinte veces se me ha desbordado la vida y me he sorprendido llorando, tanto de pena como de alegría.
 
No necesito ser más fuerte ni más duro que nadie, no necesito proteger a nadie que no lo necesite, no necesito ser las 24 horas el macho alfa ni el héroe. He rescatado y me han rescatado. 

He cogido a mis sobrinos recién nacidos, cuando eran figuras de cristal. Hice de mis brazos la marea del mar para acariciarlos y mecerlos hasta que caían dormidos, silbando una tonta balada disney.

He sacado pecho y he competido, he saltado, he corrido, he gritado de rabia. 
He mirado a otras personas con ganas de matar, con el odio en los ojos y mi lengua mordida entre los dientes, he sacado pecho, he peleado, he ganado y he perdido. 

He caído y me he levantado cada día, y puedo decir a ciencia cierta, que el día más feliz de mi vida, fue cuando decidí no limitarme, salirme de moldes y otras limitaciones sociales, y aprender a ser mucho más que un hombre y mucho más que una mujer.

He visto a hombres, dejar de ser hombres de piedra, para convertirse en poetas, coger los sentimientos para jugar a su antojo. Ser capaces de enfrentarse a ellos, mirarlos a los ojos hasta ser capaces de domarlos y encerrarlos en una jaula en una hoja de papel para que los acaricie quien quiera.

He visto a mujeres, dejar de ser mujeres de cristal, para convertirse en guerreras y dejar sin fuelle a la primera persona que la rete. Volverse un huracán indomable, una persona que no necesita ser rescatada pues no hay castillo que la encierre, ni dragón ni cabrón que la intimide.

He visto personas que a fuerza de alas, de ser dura piedra o delicado cristal, de volverse de mil colores para embellecer la vida con mil primaveras, a fuerza de echarle ovarios y cojones, dejaron atrás sus géneros y se convirtieron en personas.

Espero que el mundo, algún día, aprenda la magia de ver a la gente como mucho más que un hombre y mucho más que una mujer...

domingo, 11 de octubre de 2015

Volar en una tormenta

La vida tiene que ser una combinación perfecta entre volar y coleccionar relámpagos sin joderte las alas. 
Ayer cerré la puerta del portal y volé en una tormenta, coleccionando destellos entre los tirabuzones que hicieron mis manos en tu cuerpo. 
Se cerró la puerta del portal y se borró el mundo, yo quedé flotando girando alrededor de tu ombligo. Con cada beso subía algo más alto, con cada mirada me ponía en celo y la respiración empezó a ser una melodía perfecta de suspiros y gemidos. 
Acercarme a tu oído,  describirte un mundo sensaciones que encontraríamos en una cama, bajo un cielo de sábanas con una lluvia perpetua de lujuria, caricias y alas en la espalda, mientras pienso toda la poesía que saldría de nuestros cuerpos desnudos, tan juntos, que parezcan uno 
Mis labios y yo deseando ser agua para amoldarse a tu cuerpo, para cubrir cada poro de tu piel y hacerte sentir primaveras en otoño. Alterarte la sangre, el alma y la cabeza hasta volverte completamente loca y creas, al menos durante unos minutos, que sólo puedes vivir en este portal, al abrigo de mis manos y al sol de mi boca.

sábado, 3 de octubre de 2015

Te quiero dentro

Hay personas que te dejan recuerdos impermeables al tiempo. Pueden pasar chaparrones, aguaceros de semanas y años, y aún así, no arrugarse, permanecer perfectos como si hubiese pasado todo ese mismo día. Cuando ves a esas personas y las das un abrazo los recuerdos resucitan, vuelan las sonrisas y se te cuelan bajo la piel, empiezan a correr de arriba a abajo hasta crear esa electricidad, esa conexión, que te pone la piel de gallina.
Así me veo a la puerta del bar, mirándote con cara de idiota, tras darte un fuerte abrazo con la electricidad recorriéndome como un relámpago el cuerpo de arriba a abajo. Siempre tenía unos minutos a la semana para imaginarme un reencuentro contigo por las calles de Madrid, con una sonrisa de atractiva autosuficiencia y algo ocurrente que te empuje a desear que nos veamos otro día... Como es lógico, nunca soy tan genial como en mi imaginación y sólo salió  nerviosismo, risas histéricas y todo mi cuerpo pidiendo un café y diciendo "por favor, no vuelvas a desaparecer" Un rápido apunte de tu número y migas de pan para la memoria en forma de un triste whatsapp...
Falla quien apueste a que esto es una poca encubierta declaración de amor. Esto es una declaración de amistad. 
En mi imaginación todo reempezaba con un café de esos que ponen vidas y confianzas enteras al día de una sola vez. Podía ser en tu casa, en la mía o por sol. Podía acabar sin ropa, sin ropa o con ropa. Mi imaginación es traviesa y juega con manos,caricias y besos (los tuyos en su momento fueron salvavidas), incluso con la amistad. No tiene problemas para hacer malabares con nada, nada escapa a su ganas de lanzar todo por los aires y volar.
Sólo había una constante, la amistad. Sólo las ganas de llamarte de nuevo amiga, de tenerte dentro de mi vida. Sólo esa constante sed de saber un poquito más de ti. Sólo saber a dónde te lleva la próxima vez el caos que tienes por cabeza, a ver en el huracán qué dirección elige tu veleta.
Sólo ganas de verte dentro de mi vida. Ganas de verte entre mi gente cuando regreso a Madrid, de verte cuando quieras de visita por Valencia. 

domingo, 27 de septiembre de 2015

A lo mejor...

- Lo suyo sería retomar exactamente donde lo dejamos la otra vez... Qué pena que no sea posible!

- Ya veremos. A lo mejor el tiempo más que de olvido, hace de refuerzo de las ganas. A lo mejor nos curamos la amnesia de una mirada y nos viene de golpe esa confianza que estamos criando hablando estos días. 
A lo mejor en el primer abrazo nos olemos y se enciende el fuego. A lo mejor las hormonas hacen su revolucion y nos devuelven a la anarquía de la adolescencia, todo temblores y ganas de acariciarnos. Todo fuegos artificiales en la mirada y caritas de tontos con sonrisas perpetuas, con la lengua deseando escaparse entre los dientes para bebernos hasta el sueño, que esa noche será de celebración, queda prohibido dormir. Que si de algo hay que morir,  esa noche a lo mejor, será de cansancio y de amor...

viernes, 4 de septiembre de 2015

A hurtadillas

La poesía de unos dedos arrugados de tanta humedad, ese placer de cuando sales de la bañera.
Esos gemidos, casi maullidos, que se quedan en suspiros para que nadie sepa que en el baño acabas de cometer un pequeño delito, tu dulce pecado.

Es sentarte en la taza, bajarte las bragas e imaginarte la marca que dejaría ese vampiro marcando en tus muslos sus colmillos...

Y es que está muy caro eso de sentirse a la vez deseada y amada, el fino límite entre el amor, la cama, la dignidad y el respeto. Y antes de atreverte a jugar al placer de emborronar las líneas, cobarde y a hurtadillas, juegas a mecer el deseo, pasearlo piernas arriba y acariciarlo con tus dedos.

domingo, 16 de agosto de 2015

Algo dentro

Ya no sabes si eres veleta o viento. Pero ya no cabes en tu piel, te sientes incómodo en la postura de siempre. Quieres nuevos movimientos, nuevos bailes. Tienes algo que te arde dentro y quiere salir, como una rata impaciente y encerrada arañando desde dentro. No es algo lindo como ese gusano, ese capullo y esa mariposa. No, es más bien el despertar ansioso un sueño veloz, de esos que hacen que la sangre te golpee las sienes. Es algo que llevas negando mucho tiempo, algo que te arrancará la piel desde dentro, cada costra que no es puramente de ti. Cada trocito que intentaron implantarte que no era tuyo, padre, madre, hermanos, amigos... Cada injerto que no debería estar contigo.
Arrancar, sangrar, sanar, saltar, volar e inventar quizás otros verbos y otras vidas con los que nadie haya jugado. Porque de eso se trata ahora, de ti y de nadie más.

miércoles, 29 de julio de 2015

Sigo esperando...

Sigo esperando que aparezcas, por mucho que me intento convencer de lo contrario, interpretando a ese hombre independiente que no quiere ni necesita a nadie a su lado, viene un terremoto a joderme el escenario sacudido por la envidia de ver una feliz pareja cogida de la mano. 

Sigo esperando cariño, para guardarte siempre cogida de mi mano, querida y protegida pero sin fuerza que te ate, para cuando quieras puedas marcharte, aunque me mates.


Sigo esperando que aparezcas, que la vida me parece una fiesta a la que no he sido invitado si no vienes a mi lado. Como si esperara para cobrar protagonismo la bendición de tu piel, creerme el héroe, coger mi corona y proclamarme rey. 


Sigo esperando que llegues, tengo dos alas tejidas de tiempo, deseo y ganas para besartelas en tu espalda. 


Sigo esperando cielo, he aprendido a dar besos quita miedos, saliva cierra heridas y miradas que quitan complejos. Quiero dártelos y que me los des, quiero poner de nuestra parte a todos los reflejos, grabando nuestros ojos en todos los espejos.


Quiero darte mi talón de Aquiles y esa receta para mi resurrección. Ese botón de autodestrucción, esa bola de demolición. Esa canción, esa caricia y ese beso que hacen que todo recupere color.
Porque imagino que ese es el secreto, a veces remolcar y a veces ser remolcado, por esa persona que tiene ese don para llegar a la última frontera, a la última alegría que siempre arde y brilla. Esa alegría que devolverá el color haciendo arder el mundo, cuando este se empeñe en oler a gasolina y a pegarse como el alquitrán. 


Sigo esperando corazón, con con mil castillos en el aire de los que eres siempre reina, con mil rosas sin espinas, que me voy tragando cada día, y con una esperanza inmortal que siempre se inventa una excusa para perdonarte no aparecer y seguir buscándote horizonte tras horizonte.

martes, 21 de julio de 2015

¡La tita es una pirata!


- Me alegro de que ya estés en casa hermanita – lo dije de verás con alivio, con lágrimas de alegría vibrando en los ojos mientras recogía las huesudas manos de Julia entre las mías. La quimio la había dejado en los huesos, era una sombra de su alegría.

-¡Titaaaa! – su hija, su pequeño tesoro de 5 añitos, que entró en la cocina guiada por las voces de la conversación, se paró en seco al ver a su tía. Aunque la había preparado diciéndola que su tía vendría a casa a descansar porque estaba cansada de un largo viaje, en el que había adelgazado mucho, su hija se quedó paralizada.

Superada la impresión, se acercó y se fundió con su tía en un largo abrazo. Con esa curiosidad infantil que supera todo protocolo, preguntó:  - Tita, ¿por qué llevas ese pañuelo? – Julia la miró a los ojos desconcertada, llevaba tanto tiempo peleando, que se había olvidado de ese maldito pañuelo. Se quedó congelada.

Miré a mi hermana con ternura y, luego, con una amplia sonrisa, contesté a mi hija: - ¿Hija? ¿Te acuerdas que desde hace algún tiempo me preguntabas por qué estaba triste? – Mi hija asintió sin entender. – Pues verás, mi alegría se fue, me la quitaron. Pero Tita Julia, cuando se enteró, se ató un pañuelo a la cabeza y fue mar a través detrás de los malechores. Vestida de pirata acabó con todos, y hoy, hoy me ha traído mi alegría de vuelta…   

lunes, 20 de julio de 2015

¡Vivid con reservas para el futuro, pero no reservados por el futuro!

Érase una vez un reino llamado Zaladema.
En este reino vivía un rey sin reina.
El rey, preparando el castillo para cuando una princesa que le gustase llegase, ordenó bañar el suelo del castillo en oro y que no se pisara jamás, bajo pena de muerte. Su reina, fuese quien fuese, merecía estrenar este tesoro, pensó. Y el pueblo, bueno, el pueblo podía acceder a la entrada del castillo y a la sala del trono a verle.
El rey ordenó que hiciesen las ventanas de diamante, su reina sería la más hermosa, sólo una joya preciosa merecería el honor de devolver su reflejo.
Su mayordomo, ya amigo por el poder que concede tanto tiempo juntos, se atrevió a preguntar preocupado: 
- Señor, ¿y si no llega?- 
El rey sonrió confiado y respondió: 
- Llegará-
Así pasaron los años, oro y más oro cubrió cada trocito de palacio. Se hicieron salas de fiestas con gemas en cada columna donde no se bailaría hasta que no llegase la reina. El pueblo, al fin y al cabo, podía bailar en la sala donde siempre se había festejado. 

Años y años pasaron hasta que la vejez llegó a nuestro rey. Cuando se fue la esperanza de que llegara su reina, una reina prometida por nadie, también se fue su salud y llegó su muerte.
El mayordomo, cuando el rey murió, leyó su testamento e hizo lo que en él le indicaba.
Reunió al pueblo en la plaza y leyó las últimas palabras de su majestad:
"Querido pueblo.
Os escribo más como muerto que como rey. Ya que la sabiduría me la dio la muerte, no la corona.
¡Vivid! No reservéis derechos a desconocidos, por buenos que puedan llegar a ser, que no les dáis a conocidos, que ya sabéis lo buenos que son. El corazón tiene el capricho de olvidar a los conocidos, si no los recompensáis con el corazón, hacedlo con la cabeza, valorar gestos. 
¡Vivid con reservas para el futuro, pero no reservados por el futuro!
Tras ver nuestras sobradas arcas, sólo me queda predicar con el ejemplo, aunque sea tarde después de muerto. Decreto una semana de fiesta día y noche por cada rincón de palacio, vengan todo músico y artista al reino, es hora de celebrar todo lo que no he vivido"

lunes, 13 de julio de 2015

Reencuentros

Hay amigos que tienen el don de sacar lo mejor de uno. Con esos amigos no funcionan las leyes del tiempo, puedes estar años sin verlos, pero vuelven de golpe todos esos años con la primera risa, sonrisa, y algunos, dicen que con el primer trago de cerveza. Lo importante es que vuelven...

Son esos amigos a los que saludas con un abrazo, uno de esos que hacen que todos esos miedos que se instalaron cuando no estaban allí contigo, les castañeen los dientes de puro terror, sabiendo que esa persona que los mira tiene la luz que los destruye, deshace cada sombra y cada nudo de la garganta de los que están hechos, quedando sólo hebras maltrechas en el suelo.

Son esos amigos que te quitan máscaras a carcajadas, te van quitando cada una de ellas, cada excusa y cada máscara que pusiste para tapar cada herida, para evitar cada sacrificio, para dejar de volar con cada locura y caminar con cordura. Y de pronto te ves al desnudo, disfrutando del calor del sol, viéndote como eras, como eres, un chaval confiado en la ESO con ganas de comerse el mundo, de masticarlo y moldearlo a su gusto para mejorarlo. No sabía cómo lo haría, pero lo haría.

Y entonces el miedo vuelve a la carga, te ves hablando de un montón de excusas de mierda, de la falta de tiempo, de dinero, de un montón de mierda que te falta y que has malgastado. Excusas. 

Pero ya es tarde, las máscaras han caído, he sentido de nuevo en la cara el sol y el viento, el niño y su imaginación han despertado, el adolescente y su locura han despertado, el adulto y su poder han despertado...
He despertado y tiembla mundo, ¡porque ya no hay quien me pare!

domingo, 5 de julio de 2015

Últimamente...

Dicen que cuando dicen algo bueno, te pitan los oídos.
Entonces culpa mía si te tiembla el alma recorrida por un escalofrío.
Últimamente, cada vez que me siento a la orilla de unos de esos poemas de amor, cierro los ojos, apenas un pestañeo en el que te respiro y te invito a colarte en mis huesos, a colarte entre los versos. 
Entonces salto y juego con la ilusión de encontrarme entre las olas del poema contigo.

miércoles, 1 de julio de 2015

¿Nunca os habéis enamorado de una idea?

¿Nunca os habéis enamorado de una idea? 

Ver una foto, una mirada, una sonrisa... y ya juegan mil duendes con la imaginación de un niño, con los deseos de un adulto, a tejer las hebras de esa imperfecta perfecta. 


Sólo nos hace falta una sonrisa, para imaginarla honesta, transparente cristal, y a través de ese cristal, la luz se hace colores, se hace un espectáculo arcoiris, y a partir de ahí, la luz no es igual sin ella delante.

Sólo nos hace falta una mirada, una puta mirada dedicada, para que del estómago nos broten mil mariposas, que de mil aleteos en tu estómago, crean mil huracanes que hacen de alas en tu espalda. Vuelas sin control a toda velocidad, pero siempre hacia ella. 


Cuando la miras, te sientes desnudo y con un gazapo en la garganta, sólo piensas en esa combinación de palabras mágicas que la gane una carcajada, que deje ver como relucen sus dientes como palomas blancas , que su carcajada te sabe a imposibles como la paz mundial, que te sabe dulce como caramelos, que te sabe intensa y siempre corta, como navidad. 


Y entre carcajadas y sonrisas vuela tu imaginación, y cita a cita, te imaginas cómo te pone patas arriba la vida.


Así me veo desde hace un par de días, con la imaginación turbulenta, soñando vida y media, cantando por los pasillos y dejando revolucionarse a los pies con cualquier baile, por cualquier música. 


Pero no estoy loco, sólo enamorado, aunque sea de una idea.

miércoles, 24 de junio de 2015

El pacto.

Hagamos un pacto, vivamos de película. En serio, vivamos como si el estudio de producción fuese dos pasos por delante de nosotros preparándonos la escena, vivamos como si supiésemos que todo va a salir bien. 

Pongámonos por sombrero la justicia y el mundo a cada momento, vivamos disfrazados de mosquetero. Con la espada en mano para retar a un duelo a todo problema que se presente, sólo nos queda ganar o perder, vivir o ser heridos y heridos, hasta que llegue esa herida por la que se nos cuele la muerte.

Cuando se nos cruce el día y poco a poco se nos antoje feo, sonreiremos al mundo hasta convencerlo, hasta convencernos, de que la vida es bella. Caer en la cama cuando ese pelotón de fusilamiento suelte cada bala, pensando ya en resucitar y darle la vuelta al día mañana por la mañana.

Cuando perdamos, que el final se nos antoje hasta bonito, al estilo de La boda de mi mejor amigo. Que la herida cierre pronto, que la cicatriz quede linda y la lección quede bien aprendida. 

Cuando ganemos, que la celebración dure, que la alegría se nos quede agarrada a la comisura de los labios, dejándonos motivos para sonreír al menos una eternidad más, por lo menos una...

Pero sobretodo, ganemos o perdamos, apostemos.  

Que la próxima vez que estemos al filo de la navaja, nos abramos el pecho, vayamos a esa chica que siempre puso a prueba nuestro valor, pongamos nuestro corazón delante y se lo digamos: - Estos latidos nunca los he tenido, este ritmo, te lo debo. - Poco importa la respuesta, no importa si acabáis bailando nuevos ritmos una noche que os sabrá a una vida, una vida que os sabrá a cien, o si simplemente, todo acaba en un traspiés, porque ninguno supo escuchar la música que latía.

Quiero acabar mi vida con cicatrices de mil caídas, pero conociendo todos los castillos en el aire. Quiero llegar donde no ha llegado nadie, la tierra es para los cobardes, para la gente que no le echa valor, para la gente que no se abre el pecho y saca a pasear el corazón.
 


domingo, 14 de junio de 2015

Lo siento, yo ya no necesito a nadie

Cuidé tanto tiempo el amor por ti. Lo acuné entre mis brazos, lo alimenté, le enseñe a caminar y a volar, le enseñé la magia y a huir de los trucos, le enseñé a criar todas las margaritas del mundo con pétalos que dicen que sí, le enseñé mil historias interminables que nunca acaban, pero siempre van bien... 

Le enseñé todo para que estuviese listo para ti, tenía el corazón en bandeja de plata, envuelto en papel de regalo. 


Pero nunca llegaste, y el amor y yo, como pasajeros abandonados en la estación de autobús, empezamos a mirarnos, a sonreírnos, a hablar, a conocernos... Cogimos el corazón tan nuevo, apenas sin usar de la bandeja, lo desenvolvimos y disfrutamos con cada latido de vida. Cada latido era primavera, era alegría, era una navidad, era un carnaval, eran noches de reencuentro... 


Así, tan nuestro, tan mío, era un secreto guardado bajo llave desvelado sólo para mí, sólo para mí y ese amor tan educado para ti, pero que tan abandonado y ofendido, se queda conmigo, ahora somos amigos. 


Podéis creerme, mil veces mejor compañero de juegos que la soledad, es el amor propio. Es igual de fiel, pero hace mucha más compañía...


Así que sintiéndolo mucho cielo, seas quien seas, ya no te necesito. Ya no te quiero. Si vienes que sea en son de paz y con bandera de amistad, si te cuelas en mi cama, serán unas noches, pero no una vida. 


Tengo un corazón a prueba de balas, anticoronas de princesas y otros cuentos, y un sistema antirrobo a prueba de caricias, palabras amables y toda mierda deshonesta. 


Tengo un corazón que late a rabiar, a gritar, a gemir, que suena a carcajadas y que bombea tanta sangre como pasiones y sueños. Tengo un millón de margaritas que siempre dicen que me quiero, tengo la magia para hacer realidad los castillos en el aire. 
Lo siento, yo ya no necesito a nadie...

sábado, 6 de junio de 2015

Envidia

Pasear solo por la noche valenciana, ver por las ventanas de los restaurantes, exhibiéndose, más de diez postales de amor. Envidia.

Manos y manos entrelazadas, como raíces buscando el agua de sus cuerpos. Ya no sabes quién es encina y quién enredadera, quién sustenta y quién trepa hasta el cielo, todos los cuerpos están igual de cerca del sol. 

Brillan felices, guardan en sus ojos toda la alegría del mundo. Se miran con la sangre hirviendo, y el burbujeo debe hacerles cosquillas por dentro, porque no hay ni una sola pareja del local, que al mirar a su compañero/a, no esté sonriendo.

Y supongo, habrá quién dirá que es muy triste que alguien te tenga presa una sonrisa, yo también lo dije. Tener una sonrisa dedicada sólo para una persona, no poder sonreír así cuando te miras al espejo, cuando escuchas el mar o cuando llega la Navidad. Pero qué queréis que os diga, si alguien es capaz de darme esa sonrisa de miel en los labios, de azúcar en el alma, de alas en la espalda... Bueno, dejo que me la guarde bajo llave, hasta que vea a esa persona de nuevo y quiera prestármela. Es para mí, pero me la hizo ella.  

No olvidemos que esa sonrisa la hizo ella, a base de ganas, de complicidad, de confianza, de conocernos, de saber cada talón de Aquiles, de cartografiar nuestros cuerpo sabiendo hasta nuestro lunar más bonito, o ese trocito de piel donde si nos besan, nos hacen perder la cabeza...

Una persona que sabe cómo hacerme reír, cómo volverme loco... Que tiene tantas llaves de mí mismo de puertas que ni yo sé abrir, en fin... Creo que se ha ganado una sonrisa sólo para ella, e incluso unas caricias que no dedicaría a nadie, e incluso unos besos que no me atrevería a regalar, e incluso ese hueco en el hombro para tumbarse conmigo en una cama, e incluso mis alas, e incluso mis castillos en el aire, e incluso mis noches, e incluso mis días, e incluso un lugar más cercano y más grande en mi vida, que al final, no tengamos más remedio que fundir en un "nuestra vida"...

domingo, 31 de mayo de 2015

El discurso...

¡Madrid te voy a echar de menos!

No se tratará de lo bien o lo mal que lo pase en Valencia, no se tratará de eso.
Aunque me enamore de sus playas, del mar y todas las cosas que me niega Madrid, no se tratará de eso. 
Aunque me de por decir "nen", o empiece soltar diez palabras por segundo. Aunque la jota me deje de raspar la garganta al hablar, no se tratará de eso. 
Aunque me haga más de paellas, de chiringuitos, que de Bar Paco o Tapas y más, no se tratará de eso.
Aunque conozca mil personas, mil amigos, que me arranquen mil carcajadas, mil risas. Aunque pueda caerme mil veces porque tenga mil manos que me levanten. Aunque tenga mil personas alrededor que se graben a fuego, no se tratará de eso.

Madrid tendrá siempre esa magia de las primeras veces, Madrid es a la vez ese primer amor de verano, y ese primer amor de años y años. He visto a Madrid vestida de luto mientras todos los árboles dejaban morir sus flores y hojas en Otoño. Vestida de aguaceros y de traje blanco nieve de gala en invierno. Vestida con los colores más vivos que trajo la primavera, he visto cómo se iba acortando las faldas para ir alterando la sangre de todos los viandantes. Hasta llegar a verano, haciendo arder sus aceras, hasta proclamarse un toque no escrito de queda, empieza la vida nocturna y su famosa fiesta madrileña.
Madrid ya me ha raspado mi garganta demasiadas veces, ya tengo cicatriz, y en todos los acentos del resto de idiomas siempre dejaré su huella.
Valencia podrá darme mil amigos nuevos que se graben a fuego. Pero Madrid ya me ha dado mis amigos, mi gente, que a fuerza de tiempo, experiencias o simplemente cariño, ya se han quedado ahí. Son como una segunda piel, que tanto tiempo vistiendo al corazón, se ha fundido con la primera. 

Valencia grábate a fuego, pero tenlo claro, Madrid está primero.

Madrid, amigos, tenerlo claro, voy a decir algo obvio. Nunca, jamás, entraréis en el olvido. Arrancarme una capa de piel del corazón me parece algo cruel, y por lo visto pega el sol en Valencia, me parece una putada pasearme por ahí con el corazón en carne viva. 

¡Un abrazo a todos! Un abrazo Madrid. Gracias por todo.



viernes, 22 de mayo de 2015

Amor, a eso me apunto

A un amor de un vistazo.
A un amor de un flechazo. 
Que avance a cafés, 
a noches de cama, 
a arañazos en mi espalda, 
a en mi armario tu pijama. 

A eso, me apunto.

A empezar como adolescentes, 
con el alma en un pañuelo,
con las ganas entre los dientes.
Que nos vaya el alma en cada roce,
que cogernos de la mano, inocentes
y casuales caminando por el parque,
sea nuestro primer goce.

A eso, me apunto.

A desatarnos como animales en celo, a comernos en una cama,
a conocernos e idolatrar nuestros cuerpos entre las sábanas.
A desnudos besarnos hasta curarnos cada herida y cada complejo,
hasta olvidarnos tanto de todo, que dejemos hasta al mundo lejos.
A quedarnos flotando cada uno en el otro, como si tuviésemos alas.
A esa sensación de pensar que no cambiaríamos todo esto por nada.

A eso, me apunto.



jueves, 21 de mayo de 2015

Amores fugaces

La ciudad está llena de amores pequeños,discretos por fuera, pero que remueven cada día a millones de personas por dentro. No les dedican películas, no les dedican libros... Ya algo se merecían.

Hay amores que son fugaces, como estrellas que dejan su estela marcando todo con su luz, marcando todo a fuego, aunque duran lo que dura un deseo en deshacerse. Lo que tarda la imaginación en inventarse mil futuros que se desmoronan porque se apoyan en el valor que nos falta...

El valor que me faltó para acercarme a aquella enfermera que veo cada día en el puesto de control, con sus ojos de gata, con su piel morena encantada por la luna  para robar todas las miradas, con la sonrisa ilusa cargada de sueños, lista siempre para robarme el alma...

El valor que me faltó para conocer a esa mujer fatal, que reuniendo todos los trozos secos de un corazón que ya la han roto, se forma una coraza color carmín rojo. Desafiando con cada mirada al mundo, quitando el disfraz a todos los lobos que van de cordero, que a ella ya no se la dan. Pero a fuerza de dolor, como acto reflejo, no deja que la acaricie ni el frío en invierno, ni el calor del verano. Nadie la dijo que un corazón que no siente, acaba muerto, y poco a poco, le queda cada vez menos oxígeno. 

Hay amores de libro, de cuento, que se quedan en el tintero. Todo por no ser capaces de dejar de temblar, de levantarnos decididos y empezar a escribir la historia. Pero quién se impone a esa mirada, quién se impone a los miles de futuros que podemos perder... El futuro es una de las pocas cosas que nos sienta peor perderlo, que darlo por perdido.  

Esto va por esos amores que duran los mil futuros que caben en cada pestañeo. Esto va por esos amores que nos marcan un día, pero nos dejan sonriendo como idiotas como si fuesen el amor de una vida, cuando al día siguiente, los habremos olvidado...

sábado, 16 de mayo de 2015

Me sorprendí diciendo "fascinado"

El otro día escribiendo a una amiga a la que conocí hace poquito, me sorprendí diciéndola justo eso, me tienes fascinado. Cuando digo esa palabra siempre me viene a la mente una imagen de una película, creo que era anime. Se podía ver a un niño mirando, al principio con ese miedo que da lo desconocido, una luciérnaga. Luego poquito a poquito, cuando el miedo se iba convirtiendo en confianza, el niño se iba acercando, iba acercando su manos y observando como sus manos cambiaban cuando se bañaban en la luz de la luciérnaga. Fascinado empezaba a jugar con las manos alrededor de la luciérnaga para ver cómo cambiaban con su luz.

Hay personas que cuando las conozco, me las imagino igual. Enormes y bonitas bolas de luz. Me imagino curioso brincando como un niño de lado a lado, viendo todos sus brillos, sombras y matices. Descubriendo cómo yo mismo cambio cuando su luz se refleja en mí, descubriendo cómo cambio gracias a estar cerca de ellos, los nuevos tonos y colores que adopta la piel de mis manos.



viernes, 15 de mayo de 2015

Mi cara tiene marcas

El otro día estuve hablando con unos compañeros de un curso. Hablamos de la apariencia y la edad, en concreto de la cara, vino a cuento porque uno de los compañeros es doctor esteticista. Les miré y aparentaban 28 años, aunque tenían treinta y muchos. Lo mejor es que con mis 26 años, pensaban que yo era de su edad, a lo que me dijeron que era normal porque no usaba cremas, no me cuidaba la piel. 

Por la noche llegué a mi casa y me miré al espejo, lo pensé y me dije, jamás. Mi cara tiene marcas, que me hablan de mi vida. 

Tengo unas ojeras que dicen que duermo poco, que hablan de que no me gusta dormir, que hablan de todo el tiempo que me he tirado dando tumbos en una cama pensando en ti, en mí, en otros "tis" anteriores a ti, en mil maneras de salvar el mundo, en mil maneras de salvar mi mundo...

Tengo una piel seca que habla de horas jugando en un parque, que hablan de horas jugando al baloncesto, al fútbol, que hablan de horas tostado al sol, no es una piel tersa, es una piel gruesa que ha sido maltratada a base de caricias de aire frío o un sol caliente. 

Tengo unas marcas que hablan de varicela, tengo otras cicatrices que hablan de caídas, golpes y travesuras, tengo marcas que gritan mi infancia.

Tengo una piel que habla de mí y de lo que soy. No quiero borrarme la edad, las marcas ni las cicatrices... 

jueves, 7 de mayo de 2015

Están invitados al castillo todos los locos

Y toca época de cambios, lanzar una moneda, rezar para que caiga de canto. Volar saltando de nube en nube hasta ese castillo que monté en el aire. Pueden abrirme y recibir a su fundador entre fiestas y más homenajes. O pueden acuartelarse la pereza, el miedo, con todos esos soldados comandados a la orden de "No puedes", "es difícil", "no te ilusiones". Si es así preparaos, porque empieza el asedio. 
Ese castillo es mío por derecho de ilusión, por cada almena que he construido, cada vez que estaba en un sitio que no me gustaba, a mi gusto y estilo. Que ahí arriba, todo está hecho de caramelo, y no por ello es menos cierto. 
Que por cada piruleta yo llevo una hora menos de sueño, llevo un gramo menos de alegría en una vida que no quería, llevo una hora más frente al ordenador, llevo una hora más cazando palabras para formar un libro que me guste,  que os guste. 
Me llamaron loco y así viví, a lo loco, quemé los barcos antes de llegar a tierra, nadé con una mano delante y otra detrás, tapándome una desnudez que me dejaron las prendas de ropa que perdí con cada error.
Perdí los zapatos porque me molestaban para bailar, correr y saltar. Perdí el traje porque nunca fui muy formal. Perdí el sombrero al quitármelo para rendir honores a quién no debía. Ahora voy al estilo honesto de Don Latino, me quito el cráneo y dejo a quien se lo merece ver el vuelo de las criaturas que me rondan por dentro. Mis ángeles, mis demonios, mis fantasías, mis miedos y mis sueños.  
Así voy ahora, loco y desnudo por el mundo. Pero feliz, bailando, corriendo y saltando, y mostrando a quien se lo merece, todo lo que me corre y me mueve por dentro, quitándome gentil mi cráneo. 
Soy un señor, mi castillo estará en el aire, pero eso no me hace menos rey. Están invitados todos los locos de atar que se hayan desatado, que como yo, les haya dado por inventarse que pueden volar.

sábado, 2 de mayo de 2015

Leyenda de Ortigueira

Quiero contaros la leyenda que viene detrás de uno de los mejores festivales del mundo mundial, el festival de música celta de Ortigueira.

Cuenta la historia que en tierras gallegas vivía una pareja de jóvenes enamorados. 
Ella se llamaba Elvira, era una mujer con un pelo castaño que le llegaba hasta la cintura, tenía una piel morena tostada al sol que la acariciaba mientras labraba las tierras, y unos ojos verdes que robaron el color de los campos, que lucían sus mejores tonos esmeralda tras las lluvias.
Él se llamaba Mauro, era un joven de anchas espaldas, de manos grandes y barba rauda. Tenía el pelo castaño oscuro del color de los acantilados y unos ojos azules oscuros del color de las algas del mar, donde se tiraba largas temporada pescando.
Se decía, que cuando Mauro volvía de pescar tras una temporada en alta mar y Elvira terminaba su jornada de labranza, en el hogar de nuestra pareja, eran tiempos de celebración. Así cuando se encontraban después de un tiempo en que no se veían, su amor los empujaba acercarse y su pasión a desnudarse. Se besaban como si fuera la primera vez, se amaban disfrutando del deseo que da la espera, el rezar cada noche para que Mauro volviese un día antes, se amaban con besos, mordiscos, uñas y dientes. Eran noches de arañazos y caricias en la espalda, eran noches en que la ropa no se desanudaba, se arrancaba. Esas noches no mandaba el sol, ni la luna, ni las estaciones, esas noches en esa cabaña era primavera y venía con su sangre altera. Esas noches la lujuria pasaba y se metía en sus cuerpos a bendecir sus sexos, a darle a su amor un brío mágico...
Tanto era así, que por las ventanas de su hogar salían a volar gritos y gemidos cargados de sensualidad. El bosque entero se contagiaba de esa mágica rebeldía, de esa mágica sensualidad. El viento no agitaba las hojas del los árboles, las acariciaba. Los pájaros entonaban sus cantos más hermosos, los ciervos cantaban a la luna su berrea, los machos luchaban por los favores de la hembras, el bosque entero estaba imbuido por esta improvisada y encantada primavera. 
Cuenta la leyenda que estos gemidos llegaron un día a oídos del mar. La mar se sintió acariciada, conmocionada como Elvira, y fue tal su envidia, fueron tales sus celos, que quiso a Mauro para ella. Era la primera vez en mucho tiempo que sentía sus aguas agitadas, era la primera vez en mucho tiempo que quería un hombre para sí, era la primera vez que sentía una pasión tal que estaba convencida que se enamoraría. Y con esa locura de amor, esperó paciente a que Mauro volviese a deslizarse por sus aguas para pescar.
Cuando Mauro volvió al mar, se despidió de Elvira en la costa con un largo beso como siempre hacían, hasta dentro de un tiempo cuando volviese de mar adentro con el resto de los hombres que iban en la embarcación.

Elvira como cada tarde estaba esperando en el acantilado por si veía regresar a su amado Mauro cuando vio un bote que se acercaba. Cuando se acercaron a las costa, reconoció a los compañeros de Mauro que iban en la embarcación. Los ojos se inundaron de lágrimas cuando entre los hombres no salía su amor:- Íñigo, por favor, ¿qué ha pasado? - El mejor amigo de Mauro la abrazó y le contó lo sucedido: - Lo siento Elvira, a Mauro lo ha raptado la mar. Lo quiere para ella. Él se sacrificó para salvar nuestra vida. Lo tiene capturado. Lo siento.- Elvira lloró amargamente. Se metió a la mar, golpeó y maldijo sus aguas. Como única respuesta sólo recibió un oleaje que la devolvía a la orilla una y otra vez...

Elvira estuvo un año llorando cada atardecer tras hacer sus tareas a la orilla del mar. Estuvo todo un año rogando al mar porque la devolviese a su amado. Estuvo todo un año rezando a antiguos y nuevos dioses, estuvo un año intentándolo todo. 

Se dice que cuando al cabo de un año, Elvira lloró un mar a la orilla de aquella costa. Cuando la mar estaba mansa, tranquila y satisfecha, un rayo de compasión atravesó su mentalidad caprichosa y decidió devolver a Mauro a la costa...
El encuentro de Mauro y Elvira fue espectacular. Se fundieron en el beso más largo del mundo. Se fundieron en el abrazo más fuerte del mundo. Se fundieron sus dos cuerpos desnudos durante tres días y tres noches seguidas, no pararon ni para beber, porque se bebían. Una vez más, la revolución de ese amor llegó a oídos de la mar, que caprichosa, quiso recuperar a Mauro.

Al cabo de siete días, Íñigo, el amigo de Mauro, llegó con lágrimas en los ojos a la cabaña de la pareja: - Mauro amigo, la mar está naufragando todos los pesqueros, exige tu vuelta. - Mauro con lágrimas en los ojos y un largo beso se despidió de su amada, y con resignación volvió al mar. 

Elvira estuvo rogando al mar un largo año para que liberara a Mauro, pero esta vez ideó un plan. Quería pasar el máximo tiempo con su amado. Elvira pidió ayuda a todo el pueblo, pidió ayuda a todos los músicos, gaiteros y tamborileros de Galicia. Cuando por fin la mar al cabo de un año tuvo otro ataque de compasión y dejó a Mauro unos días en la costa, el pueblo de Ortigueira empezó la mayor fiesta que hubo en siglos. Elvira y Mauro se amaron como nunca se habían amado, se amaron como si fuese la última vez. Mientras, el pueblo de Ortigueira hizo una fiesta que duró todo un mes, varias orquestas tocaron día y noche para que la mar no oyera la pasión de nuestra pareja. Entretuvieron a la mar hasta que gastaron todos los víveres y a los músicos les sangraron los dedos, hasta que el pueblo cayó rendido muerto de cansancio. 

Se dice entonces que cada año, todos los gaiteros, todos los músicos de Galicia, iban en los meses de verano a Ortigueira. A tocar por amor, a entretener con su música a la mar, para que Mauro y Elvira permaneciesen juntos el máximo tiempo posible, para que el amor volara en aquella cabaña más alto que nunca, el máximo tiempo posible.   

Cuando la pareja murió, el pueblo de Ortigueira mantuvo esa pequeña tradición en esos días de Julio. Se dice, que en esos campamentos del festival de la playa y el bosque de Ortigueira siempre reinarán la paz, la alegría y la música, y es que entre ese ambiente mágico de fiesta, si se presta atención, aún se pueden oír corriendo por el bosque los mágicos ecos de nuestra pareja amándose.

viernes, 17 de abril de 2015

Destino y Camino

Los tenhentuines es una tribu indígena de América Central, una tribu perdida y olvidada de las tierras de Guatemala. Son escurridizos y sabios, se dice que son la memoria del mundo y tienen la historia de la creación, que saben el secreto del tiempo, la vida y la muerte... Llegó a mis manos un día una leyenda que os voy a contar.

Cuenta la leyenda que cuando el mundo fue creado, había mil paisajes, desiertos, bosques y selvas. Todo lo que Imaginación fuese capaz de crear. Entonces Imaginación creó a los animales, creó seres de todos tipos. Seres de dos patas, de cuatro, de seis e incluso de mil o más. Creó seres con aletas, con alas, con pico, con boca... 

Creó seres hasta que la imaginación cayó exhausta, entonces quiso dejar de trabajar y ponerse a jugar. Quiso bajar al mundo y disfrutarlo. Se dice que entonces la imaginación se partió en mil pedacitos pequeños, irregulares, de mil rasgos distintos. Así creó a personas blancas, negras, amarillas... Las creó gigantes y chiquititas, las creó de ojos grandes y ojos rasgados... Creó a mil personas distintas. Imaginación jugó en cada paisaje y con cada animal, visitó cada horizonte hasta alcanzar el último de ellos. Entonces Imaginación no supo qué más hacer, no tenía un objetivo, no tenía un Destino. Imaginación pensando y pensando sin darse cuenta de su poder, creó a Destino en los cielos.

Destino era un abuelo cascarrabias que vivía en los cielos. Estaba envuelto siempre en una manta caldeándose cerca del sol. Destino, al ver a los humanos, algunos aburridos y a otros a su libre albedrío, decidió que eso no podía ser, hacía falta orden. Destino de su manga sacó una baraja de cartas perfectamente ordenada y cada vez que revelaba una, dictaba la suerte de los hombres. Los hombres al principio agradecieron el orden, estaban hartos de estar a su libre albedrío.

Los humanos y Destino se dieron cuenta de que había seres aburridos que habían vivido todo. Ya no había cosquilleo, no había excitación de ninguna primera vez, todos eran demasiado mayores y ya habían hecho todo... Entonces Destino atrapó la oscuridad de la noche, le pidió a la imaginación de los hombres que creara el miedo y encerró a ambos en una carta, Destino creó a Muerte. 

Así siguió rígida la suerte de los hombres, sin posibilidad de lucha en toda su vida, hasta que salía la carta de su muerte. Los hombres sin posibilidad de cambiar su suerte, dejaron de pelear, se acabó la excitación de la vida, porque todo les venía dado. Si eran afortunados o desafortunados no dependía de ellos. Todos los hombres echaron de menos la vida con desorden, con libre albedrío, y así todos imaginando una vida distinta crearon a Camino.

Camino era un niño que jugaba saltando de lado a lado del Sol, amaba jugar, amaba saltar, amaba la alegría. Era eso, un niño... Camino cansó al abuelo Destino en muy poquito tiempo, quien sin querer acabó rendido al sueño, era mayor y ya mucho había trabajado. Camino con su espíritu inquieto cogió la baraja a Destino. Se aburrió en seguida de revelar las cartas ordenadas, y pronto empezó a desordenarlas, a revelarlas al azar saltando alegre de lado a lado del sol. Hasta que en un salto tropezó y la suerte de los hombres acabó en la hoguera hecha cenizas. Camino despertó a Destino quien vio entre el cabreo lo que pasaba...

Desde entonces, cuenta la leyenda que los hombres pueden dibujar su propio camino en las cenizas de destino. Cuenta la leyenda, que como no hay quien queme o mate a Muerte, si en esas cenizas no se dibuja ningún camino, va a apareciendo Muerte con su sonrisa, que cuando esta se completa Muerte se lleva una vida. Porque total, alguien que tiene una vida aburrida, o ha vivido demasiado y no le queda qué hacer, o se está perdiendo vivir, y vivir sin duda es lo mejor de la vida.

domingo, 12 de abril de 2015

Un mundo inventado...

Terminaron los postres y se fueron rumbo a casa montados en mil besos y metidas de mano, parándose en cada farola. Llegaron y pusieron por bandera “La primavera la sangre altera”, se amaron como dos animales en celo. Sólo paraban de besarse y acariciarse para tomar aire y sumergirse de nuevo en un mundo de placer que se habían inventado en una cama.

Un mundo que parecía pequeño, pero siempre se las apañarían para descubrir algo nuevo bajo su cielo, que eran las sábanas. Una caricia nueva que trajese un gemido jamás escuchado, un suspiro nuevo traído por un beso jamás inventado, una confianza en crecimiento que trajera un secreto no revelado… 

domingo, 5 de abril de 2015

Fue una noche...

Fue una noche donde encontraron una pasión alocada que dejó su huella en mordiscos y arañazos en la espalda…Donde encontraron la ternura de caricias que cierran heridas, que ocultan cicatrices y desechan complejos… Donde encontraron el amor que hizo dos cuerpos ideales el uno para el otro, que a partir de ahí, cualquier cuerpo sería más bajo o alto que el de ella, cualquier cuerpo sería más gordo o flaco que el de él, esa noche se convirtieron en modelos. En sus ideales. Donde exhaustos y desnudos alma y cuerpo hablaron de todo, reinó la confianza, y en ese reino esa noche fue de mágica fiesta, comieron perdices y fueron felices.

Esa noche se tumbaron y se amaron hasta que les encontró el día, con la lujuria desbocada de quien ha encontrado todo lo que ha pedido en la vida, en cada tarta de cumpleaños, en cada estrella fugaz, simplemente la felicidad.


Tenían esa ilusión de quien empieza una historia, de quien empieza una vida porque encuentra a su papel coprotagonista. Da igual la obra, da igual el lugar, los guiones se adaptan, los escenarios se construyen, lo importante para una historia es la felicidad, el amor y el personaje coprotagonista, y los dos en esa cama, se amaron con la certeza de haberlo encontrado. Sólo el tiempo les quitaría o les daría la razón…

lunes, 30 de marzo de 2015

Hablando de cosquilleos, de dos y de ganas…

Ambos se despidieron con un cosquilleo en los labios, las brasas de las ganas que les quemaban por dentro. 
Ambos se quedaron con un cosquilleo en los dedos, pasión contenida por las ganas de acariciar sus cuerpos. 
Ambos se quedaron con un cosquilleo en el tiempo, por las ganas que tenían de retrocederlo. 
Y es que así empezaban las mejores historias, hablando de dos, de cosquilleos y de ganas… 

miércoles, 25 de marzo de 2015

Esto va por los amores no correspondidos

Esto va por los amores no correspondidos.
Sobre los que menos se ha escrito, pero los que se llevan más heridos. Heridos con heridas que no hay tiempo que cierre, pues siempre quedará esa curiosidad de saber qué habría pasado si las estrellas y los planetas se hubiesen alineado, qué habría pasado si todos los "y sis" fuesen que sí, fuesen que te quería, que te amaba. 
Cada cuál aprende de sus cicatrices, si es una herida abierta, aprendes y recuerdas constantemente.
Está por ejemplo la lección del pagafantas, no hay quien persiga a cuatro patas. Nadie es atractivo, como mucho tierno, cuando se arrastra a gatas. 
Que cuando hay amor a dos bandas se comparten las ganas de enredarse el alma a la orilla de cualquier cama, que con esa compañía, un amanecer allí es mejor que cazar al sol en primera línea de cualquier  playa.
Hay tantas lecciones como heridas abiertas.


El amor debería ser un estúpido pilla pilla en que dos personas compiten por tocarse primero. 
Una estupenda competición por ver quién se besa antes, sólo pensando en cuando los dedos se suban a las ganas y vayan tras las caricias, la bajada de braguetas y camisetas, la bajada de tirantes, las subidas de faldas, las tremendas sacudidas de dos almas, entrelazadas, conociéndose desnudas, confesándose sin máscaras, secretos, faltas y sueños. Sincronizando hasta los latidos de dos corazones bombeando a la par horas que pasan como segundos, que sólo sabrán estos cuerpos desnudos cuando decidan salir a comerse el mundo, levantarán la persiana, y verán que vencieron a la noche y vino a rendirles homenaje con su luz la mañana. 


Ese es el problema del amor no correspondido, sientes que todo lo que te habías imaginado, lo has perdido.
Cada castillo en el aire ha sido desahuciado, toda la saliva de mil noches derroche de caricias,besos,sudor y sexo, se ha secado. 

Sientes que te han robado lo que nunca has tenido...
Sientes la pérdida de lo que nunca has ganado... 

sábado, 21 de marzo de 2015

Que sí, que estar solo no está tan mal...

Que sí, que estar solo no está tan mal. Que puedes hacer lo que quieras a todas horas, que puedes ir y venir a tu antojo, y a tu antojo lo mandas sólo tú. Que tu antojo ya no juega con el fuego de su recuerdo cada minuto, que ya no se quema jugando pensando en cómo le gustaría despeinarte la melena, comerte el cuello o beberte los labios hasta dejártelos secos.

Que sí, que estando solo eliges peli. Que las ves hasta el final y hasta te aprendes lo diálogos. Pero la verdad, echo de menos perderme en los surcos y renglones que me cuente su sonrisa, y pasar de todo lo bonito y bueno que haya escrito un guionista. Que sí, el guionista habrá ganado hasta un Óscar o un Goya, dejándose en el guión parte de su historia. Pero yo para sacar esa sonrisa me he dejado las yemas de mis dedos en cada caricia, me he dejado el alma en cada susurro en su oído, y me he dejado la vergüenza y me he cogido el vicio, cuando ya un poquito más loco, me he olvidado de los susurros, y juguetón, la he mordido.

Que sí, que estar solo no está tan mal. Pero ahora me sobra confianza con mi cuerpo, porque antes esa confianza la tenía para dos. Mi cuerpo era de los dos y el suyo también, y sabíamos cómo tocarlo, cómo afinarlo para que sonara a la perfección, cada escala desde el formato grito al formato gemido.
Ahora a mi cuerpo, o le falta piel que acariciar, o le sobran las dos manos que la acarician.
Que sí, que estar solo no está tan mal.

Pero a mí qué queréis que os diga,
a mi tanta libertad me sabe a cárcel y castigo.
Una cárcel es todo sitio donde no quieras estar.
Por mí, que llenen el mundo de cuartos con rejas,
pero a mí que me dejen libre encerrado contigo.

Seas quien seas querida Contigo...

martes, 17 de marzo de 2015

La última botella

Y esa era la última botella. 
La última vez que veía esa herida abierta.
No más vértigo, no más indecisión, no más pánico.
No más llorar por puto tu nombre y tu puto apellido.
Demasiado odio, rencor, rabia, fuego y alcohol.
Había conseguido esa herida humeante y cauterizada,
pero también había conseguido un alma quemada.
Así cada vez que sentía, jirones de piel de su alma
se estiraban, se desprendían, dolían, quemaba, lloraba...

Para evitar el dolor, se quedó quieto demasiado tiempo.

Tanto, tanto tiempo que se dio él mismo por muerto.

Se levantó y le pesó todo el tiempo que había perdido,
todo el que había visto escurrirse entre sus dedos.
El tiempo, si lo aprovechas pueden ser sueños,
si no, lo que ahora era, la tierra de su entierro.

Movió el cuerpo entumecido, rompió el hielo de dos inviernos,
se le clavaron los vidrios de todo lo que había ido bebiendo,
se le clavaron los motivos que había detrás de cada botella, 
y aún así sacó la mano de la tumba en vida, más allá de la tierra.

Volviendo a nacer con veintitantos años, tras perder unos cuantos sufriendo las heridas.
Con las alas alquitranadas, con los músculos sin saber lo que era moverse, sin memoria,
Educando un cuerpo que sólo recordaba dolor por todas partes, creyéndose cristal.
Pasito a pasito, fue despertando, disfrutando del tacto de suelo, de la mañana y la brisa.
Salto a salto, fue acercándose a pájaros, a soñadores, a triunfadores y a otros cielos.
Aleteo a aleteo, bailando con la lluvia se fue deshaciendo el alquitrán  y cada movimiento,
cada movimiento le convirtió en pájaro, en nube... Le convirtió en un hijo más del viento.

Había llegado el momento de deshacerse,
para poder crecer desde cero, reinventarse.
Había llegado el momento de volver a ser,
pero volver como siempre, pisando fuerte.
Con un sueño entre ceja y ceja. Con el valor, 
las ganas y la libertad sujeta entre los dientes


Era la hora de vivir o morir, el gran duelo.
Donde en cada oportunidad, iría la vida.
Donde en cada segundo, iría el mundo.
Lanzará una moneda,
saltará al vacío,
confiará en que saldrán alas,
confiará en que todo saldrá bien,
confiará en que saldrá cara.

Eso era lo más importante en realidad,
lo más importante del mundo, confiar.

jueves, 12 de marzo de 2015

El día que le echó valor

A continuación, adjunto las cuarenta primeras páginas de mi primer libro, "El día que le echó valor". En caso de que queráis comprar el libro en edición digital, podéis hacerlo en:



Para la edición física, en:



                                          


TÍTULO: EL DÍA QUE LE ECHÓ VALOR
AUTOR: MOISÉS DELGADO RODRÍGUEZ
DISEÑO E ILUSTRACIÓN PORTADA: REBECA SÁNCHEZ DE ROJAS


Cada página de este libro se la debo a cada amigo que me animó a escribir.
Cada palabra se la debo a mi familia, que me animó y apoyó incluso al principio, cuando este libro era una locura que no entendían.
La portada, en sentido literal, se la debo a mi cuñada, UNA ARTISTA.
Esta novela está escrita con el miedo, los nervios, la pasión y la ilusión que llevan todas las primeras veces. Las primeras veces tienen algunos fallos, pero también tienen algo mágico, que las hace inolvidables.
Querido lector, espero que disfrutes esta experiencia tanto como yo…

Facebook: Moisés Delgado Rodríguez
Twitter: @MoiDelRod    hashtag libro: #ElDíaQueLeEchóValor

CAPÍTULO 1
Sonó la alarma y le sacó poco a poco del sueño. Lentamente un destello de razón pudo a la pereza y se dio cuenta de que llegaría tarde si no se daba prisa.
Giró la manilla del agua caliente y mientras esperaba a que saliera el agua a una temperatura decente para no helarse de frío, empezó a comer apresuradamente un pequeño bollo de chocolate, hoy no le daría tiempo a desayunar nada más. Salió a toda prisa de casa, ni siquiera cerró la puerta con llave. Pensó, qué más da, tenía el portátil en la mochila, el resto de cosas de valor en la casa eran libros, y nadie robaba eso, si la gente robara libros el mundo andaría mucho mejor.
Fue corriendo a la parada, necesitaba coger el autobús de las 7:12, ya había tenido la suerte de encontrarse con ella la semana anterior tres veces. En realidad, suerte fue sólo la primera, las otras dos fue sólo que intentó coger el mismo autobús para ver si un día reunía el valor necesario para conocerla. Ese autobús de hecho le venía mal, le dejaba un par de minutos tarde en el trabajo, pero bueno, esperaba que mereciera la pena conocerla, e incluso la alegría.
Entró en el autobús y el conductor le recordó con un tirón de la manga que debía pasar el abono por el lector. Parecía un auténtico idiota, como cuando años atrás empezaba a quedar con alguna chica y sentía esa ansiedad de quien se juega la vida, porque así era para él, él internamente no iba a una cita, él iba a conocer al amor de su vida. Estas citas eran un mero trámite hasta que empezaran los fuegos artificiales y llegara la magia de Disney a inundarlo todo. Desde pájaros cantando, hasta ese subidón de energía que te permite por primera vez tener al tiempo de tu parte y aliarte con él para hacer todo lo que te apetece, es decir, verla a ella. Así era él, prefería no guardarse nada cuando quería conocer a alguien. Todo eso por supuesto, hasta que veía algo que no le gustaba y desaparecía Disney con todo su equipo de grabación.
Había demasiado que perder. Siempre pensaba primero en su madre si no hubiera conocido a su padre. Se dio cuenta al ver unas fotos de la infancia de su madre, antes de que conociera a su padre, sus labios jamás tenían una grieta por la que se pudiera adivinar una sonrisa. Sin embargo, desde su llegada, desde que se conocieron, las fotos cambiaron, llegó la primavera e hizo florecer sonrisas de todos los colores, en sus ojos se veía ese famoso dicho “la primavera la sangre altera”, y con la sangre alterada y el corazón desbocado corrieron por la vida juntos. Su padre era un vividor, comiéndose la vida a bocados, con locuras de juventud, un tornado impredecible, pura energía sin rumbo fijo, un desperdicio, un futuro hombre perdido. Su madre en compensación por haber liberado su sonrisa, le regaló una vida, un plan, un sendero de felicidad que despejar juntos. A su madre le sobraban las cadenas que a su padre le faltaban. Esa fue la primera vez que nuestro protagonista tuvo la revelación sobre el amor en mayúsculas, no se trataba tanto de uno u otro, si no de la pareja en sí, de encontrar esa simbiosis perfecta.  
Paseó su mirada ansiosa por el autobús como ese león hambriento en busca de la gacela herida del rebaño. Por fin la vio, allí estaba, era perfecta. Iba vestida con uno de esos jerséis holgados de un naranja vivo que le hizo pensar en pura energía. Aunque pareciera tonto, le encantaban esos jerséis, no sabía muy bien porqué le parecían excitantes. Quizás ya los llevara asociados a ese tipo de mujeres increíbles, interesantes, una de esas mujeres que eran preciosas pero no necesitaban ningún maquillaje para tapar ningún complejo que nadie se inventase. Estaban ahí con o contra el mundo, pero siempre pisando fuerte. ¡Dios! Encima estaba leyendo su libro favorito, La sonrisa etrusca, una mezcla perfecta de ternura y amor. Era curioso, era su libro favorito y era uno de los pocos que no trataban de un amor romántico clásico, no, era del amor de un abuelo por su nieto.
Sin darse cuenta se había quedado parado en medio del autobús, un hombre le echó a un lado y se sentó al lado de ella. ¡Hay que joderse! Un hueco vacío y había perdido una oportunidad de oro por quedarse “empanao”. Se resignó a sentarse un poco más al fondo y mirarla. Pensó en levantarse y decirla algo, pero poco a poco ese arranque inicial se fue apagando, se fue sonrojando sólo con la idea. En este momento ya no era el león. Ahora se sentía como la gacela herida, siempre observando al león para empezar a correr antes de ser comida. No podía parar de pensar en ella, era una especie de obsesión, pero sabía que conocerla sería perfecto. Sólo tenía que dar un par de pasos y…

-Disculpa, ¿te está gustando?- Puso su mayor cara cómica de súplica y añadió. –Dime que sí por favor, es mi libro favorito.-
Ella le miró un poco desconcertada, incluso algo molesta por haberla sacado de su lectura, pero la verdad es que su cara haciendo el idiota pudo romper el hielo y salió a la luz una sonrisa radiante, que despejó el cielo gris hormigonado de un duro otoño de Madrid, dejando que entraran en la ciudad los rayos de sol. Al menos así lo sintió él.
-Pues sí, me estaba gustando hasta que un apuesto galán me ha interrumpido.- Frunció teatralmente el ceño al tiempo que me dedicaba una sonrisa. Se iba a levantar para dejar de hablar a distintas alturas, pero entonces el hombre que le “había quitado” el sitio, se lo cedió amablemente y se cambió al que él había ocupado previamente.
-Dime, ¿cómo se llama el hombre que me ha fastidiado la lectura?- Lo dijo con una teatralidad y sonrisa tan dulce, que obviamente era una invitación para seguir hablando.
-Me llamo Bruno. ¿Y tú?- Toda la ocurrencia inicial se había esfumado. Empezaban los nervios, ese sudor frío, y tiemble el demonio, enseguida empezaría la risa histérica y quizás empezaría hasta a temblar el cuerpo. ¿Por qué era tan malo hablando con mujeres?
Le dijo que se llamaba Daniela, la verdad es que fue realmente buena con él. Después de que dos goterones de sudor frío cayeran por la frente de Bruno, ella aflojó esa pequeña presión con la que había empezado sobre interrupciones y molestias, le dio algo más de confianza. Le gustaba, era sensible, pero peleona. Sabía cuándo guardar la espada, porque no había ningún tipo de peligro, y obviamente, aquel chaval sudoroso al que le temblaban las rodillas no suponía ningún tipo de peligro.
Aunque al principio la conversación no pasó de un qué estudias, a qué te dedicas, el típico formulario de dos personas que empiezan a conocerse, poco a poco la conversación fue tomando matices más golosos, como los objetivos, los sueños, a dónde iban dirigidas las ganas en la vida.
Ella era periodista, su argumento fue fulminante, le encantaba conocer gente interesante, así que mucho mejor si la pagaban por ello. Con ese trabajo tenía la excusa perfecta para preguntar cuanto quisiera, de diseccionar una vida viendo motivaciones, caídas, fracasos y reinvenciones de una persona para volver a levantarse de nuevo y conseguir finalmente su objetivo, ese pequeño sueño que durante tanto tiempo había protegido. Quería la radiografía de los héroes, estaba harta de que los héroes no tuviesen ningún tipo de fallo, ningún tipo de tara moral, un flaco favor habían hecho los historiadores a la historia, y todo el mundo sabía que los historiadores eran Hollywood, al menos los historiadores con voz. Se lo dijo: - Bruno, quiero hacer una biografía conocida, pero que contenga todo. Lo bueno y lo malo de un personaje. No quiero ni una de esas biografías que ensalzan al personaje hasta que te hacen preguntarte si cagaba. Ni una de esas que destruyen hérores e insisten en que fue un auténtico fraude, detallando hasta el día en que robaron una gominola. Quiero una radiografía, datos objetivos, nada poético. En una radiografía puedes decir que alguien está sano o no, pero yo aún no he visto ni una sola radiografía bonita. ¡Dame una bonita si tienes huevos!- En ese momento ambos nos reímos a carcajada suelta.
- ¡Vale! ¡Touché! No tengo radiografías bonitas, tampoco es que me hayan hecho muchas. El otro día lo pensé. Las películas son una mierda. El éxito parece fácil, parece que es ponerse, intentarlo y conseguirlo. O como mucho, ponerse, intentarlo, fracasar las dos veces que caben en los 5 minutos de película y la siguiente escena aparecer con la vida resuelta. Me gustaría una película proporcional y agobiante. Es decir, una película de 10 horas sobre Edison. En la que se viera a Edison durante 9 horas y 55 minutos intentando inventar una maldita bombilla, tirándose de los pelos, llorando, pegándose cabezazos contra la paredes, ¡lo que hace un tío que inventa una bombilla vamos! Y después, sólo 5 minutos de éxito. De acuerdo, no sería un éxito en taquilla, pero sería mucho más educativa.- Ambos reímos de nuevo.
            Me gustaba, al final era una sana competición sobre quién hacía más reír al otro. Nos lo estábamos pasando en grande e incluso llegó un momento que nos empezamos a dar esos codazos de complicidad, empezaba a haber confianza, me gustaba. 
-Oye me lo estoy pasando pipa, ha merecido la pena eso de echarle valor e interrumpirte la lectura- sonrió, intentó calmarse un poco antes de la siguiente frase. “Hay que joderse, parecía que la estaba pidiendo matrimonio” – ¿Oye te apetece si nos damos los teléfonos y quedamos esta tarde como a las 17:00? No quiero agobiarte eee, puede ser en otro momento, como a las 17:05 o 17:10- Se estaba retorciendo por dentro, no sabía qué demonio sinvergüenza había tomado su boca y había dicho eso. No es mucho, pero eso para un tímido, podéis creerme, es un salto al vacío.
Daniela soltó una carcajada de pura alegría, tan fuerte, que no sabía si le había hecho ilusión, o se estaba riendo de él. Se quedó en silencio, totalmente rojo, como si fuese un novio arrodillado anillo en mano, esperando una respuesta delante del mundo entero como público, así se sentía…

La imagen de la sucursal del banco que se coló por el rabillo del ojo, agrietó el cuento que él solo se había montado. De pronto toda la información llegó de golpe, con cada trozo de cuento que se resquebrajaba aparecía un trocito más de conciencia para arruinarlo todo, la sucursal de una parada antes que su trabajo, ¡el trabajo!, ¡el botón para bajar!... Se levantó de un salto, pulsó el botón, cogió el maletín con el portátil y enfiló la salida del autobús, dejando a la gente en su rutina ajena al cuento, que de nuevo, no se había atrevido a empezar…


                                                   CAPÍTULO 2

Llevaba un año en el trabajo, desde el tercer mes, cuando se había pasado esa excitación de lo nuevo, esa ilusión de los niños cuando abren un regalo, siempre que iba rumbo al trabajo le pasaba lo mismo. Con cada paso, los pies iban convirtiéndose en plomo, con cada espiración, las ganas se le iban para no volver con la inspiración siguiente. Hasta que al final llegaba al portal y levantar el brazo para alcanzar el botón del telefonillo, era un gesto doloroso, como si se estuviese autoejecutando. Cada centímetro que subía el brazo en dirección a ese maldito botón, le parecía que bajaba un centímetro más el hacha de un verdugo, que lejos de cercenarle la cabeza, le mutilaba el alma. Siempre pensó que era el alma al menos. Todo aquello que gusta o disgusta sin un motivo realmente objetivo, se lo atribuía al alma. Por ejemplo, ese conjunto de notas musicales, que lo quieras o no, algo te remueve por dentro, ya puede ser que te coja ambos carrillos de la cara con dos pinzas, hasta que luzcas una ancha sonrisa, o que algo te dé un puñetazo en la boca del estómago y te ponga un nudo de tristeza en la garganta.
Sinceramente, eso era lo peor, desde que se le cruzó ese pensamiento tan poético como estúpido, como que por llamar a un telefonillo y ejercer un trabajo que se le daba estupendamente, se estuviese mutilando el alma, así se lo imaginaba. Se imaginaba un alma atada, torturada, que luchaba por crecer en mil direcciones, pero que a golpe de hacha era podada, para seguir una voluntad que cada vez se preguntaba más, si era suya, o era prestada.
Finalmente, consiguió dar un hachazo más y llamar al telefonillo, total, era viernes, último día de la semana. Le abrieron la puerta, desenfundó su mejor sonrisa de abogado del diablo, sacó pecho, echó los hombros para atrás y emprendió la subida de las escaleras a toda mecha.
A Bruno, la vocación le había llegado por parte de su padre, una vocación más que forzada por todos los varones de la familia Garrido. Su bisabuelo, su abuelo, su padre e incluso su hermano mayor, eran abogados. Su abuelo, Antonio, estaría eternamente agradecido a la madre de Bruno, Teresa, actualmente doctora del hospital La Paz. Porque gracias a ella su hijo se “había centrado” y había terminado derecho en tiempo récord, además demostró contra todo pronóstico que  era un abogado cojonudo, con un estilo agresivo, de los que le gustaban a Antonio.
Desde pequeño, intentaron educar a Bruno para ser un puto tiburón, para entrar en una sala de tribunal y comerse a quien se pusiera por delante. Hay que reconocer que él distaba mucho de ese estilo marca de la estirpe familiar, si hubiesen visto cuánto le estaba costando conocer a esa tía del autobús, lo habrían matado a ostias. Los cuatro eran corpulentos, de mirada dura y fría, eran de ese estilo de hombres que si querían algo, lo cogían. Decían siempre eso de “El no ya lo tenemos, hay que intentar cambiar a un sí, y hay que tener muchos huevos para decirle dos veces no a un Garrido”. Se puede decir que ellos nunca negociaban, ellos forzaban, tenían un enfrentamiento, para ellos era un duelo, eso sí, siempre ganaban.
Bruno no, Bruno tenía un encanto natural, él no tenía enfrentamientos, él dialogaba, para él no eran duelos, eran negociaciones, para él no había ganador de ningún duelo, él llegaba a acuerdos, firmados a menudo tras la sala del tribunal entre cafés, cenas y risas. Bruno tenía magia, era un hombre que cuando sonreía automáticamente caía bien, era honesto, algo que los abogados no entendían, ni siquiera su padre ni su hermano. Eso sí, Bruno siempre presumía de que a él no le habían recurrido ni un solo caso ganado, Bruno cuando ganaba, no intimidaba, convencía. Ésa era su marca personal.
Llegó al despacho: -Buenos días Matilde- La dedicó una sonrisa. –¿Qué tal todo?- Matilde era la secretaría del bufete de abogados, VitoresAbogados, colada desde el primer día por Bruno. Imagino que después de ver cómo la mitad de los abogados que pasaron por allí eran unos cretinos de familia bien, creídos con derecho a todo, incluso con derechos sobre ella. Bruno, un hombre que la decía “Por favor” y “Gracias”, era un diamante en bruto.
- Buenos días. Bien, muchas gracias Don Bruno. – Remarcó ese Don Bruno y le guiñó un ojo mientras sonreía. Le llamaba Don Bruno porque había alguien esperando en su despacho. Desde el primer día, Bruno le pidió por favor que no le tratara de usted, y menos con un Don delante, que parecía que tenía 70 años, al fin y al cabo como Nuño, el dueño del bufete.  Pero lo cierto es que Bruno tenía apenas 24 años, de cara a los clientes sí ayudaba que Matilde le tratara de Don, como si fuese alguien de verdad importante, había veces que con suerte, le echaban 30 años, la edad era un factor importante para la credibilidad de un abogado por lo visto. Así que cuando entraba un cliente en el despacho, pasaba de estar el bueno y afable Bruno, a Don Bruno, abogado duro con una sonrisa radiante, ganador de mil casos a sus 30 años, al menos eso esperaba decir con ese increíble “Don”.
Bruno había sido el segundo mejor de su promoción de la carrera de Derecho. Además, su padre, Héctor, para inculcarle mayor disciplina y saber estar, le había animado a apuntarse a judo, debido a que siempre le vio “blandito”, no le gustaba ese carácter conciliador. Le gustaban los jefes de manada que enseñaban los dientes para que los demás supieran a que se atenían. Bruno, durante la carrera había quedado una vez campeón de la Comunidad de Madrid de peso ligero, la verdad, simplemente para demostrar a su padre, y sobretodo a sí mismo porque empezaba a dudarlo, que podía ser duro, que era un guerrero. Podría no enseñar los dientes a menudo, no le gustaba ser un hombre amenazante, él si enseñaba los dientes era para morder, no le gustaba intimidar. Ese campeonato fue la tranquila confirmación de saber que si hacía falta pelear sabía hacerlo, y de paso dar una pequeña prueba de esa “virilidad” que tanto reclamaba y gustaba a su padre.
Los mejores de su promoción habían optado por entrar de becarios en empresas de renombre. Bruno prefirió moverse por bufetes más pequeños, armado tan solo con trabajos de la carrera donde había analizado casos para demostrar que podía ejercer de abogado, porque realmente se sentía capacitado. Porque aunque la carrera se le había hecho eterna, ya en primero vio que aquello no le gustaba, siempre trataba de buscar algo nuevo, una pequeña bocana de aire de motivación para que se le hiciese más corto el camino. Desde que acabó, ordenó todos sus papeles y trabajos, dispuesto a saltarse por lo menos esa mierda de período de becario. Sólo sabía tres cosas. Quería independizarse pronto. Segundo, no quería trabajar en El bufete de los Garrido, odiaba los enchufes y los favoritismos, si entraba sería por sus propios méritos. Y por último, estaba seguro de la tercera, si quería entrar de abogado, tendría que olvidarse de esa entrada triunfal de al salir de la carrera ser contratado en una de esas grandes empresas, allí sería becario.
Por lo tanto, aunque más que echar, tiró algunos CV´s como abogado en las empresas grandes por si ocurría un error administrativo y le contrataban, se dedicó a patear la ciudad viendo todos los bufetes más pequeños. Al segundo mes, en agosto, con Madrid abandonado por todos los chaqueteros que cambiaban el calor de la acera recalentada, por el sol con sus playas, ya pensando que en septiembre le tocaría entrar de becario en una de las grandes, encontró por fin un sitio que le aceptó como abogado, el pequeño bufete llamado VitoresAbogados.
Bruno observó que el despacho de Don Nuño estaba vacío, ¡cierto!, hoy por la mañana tenía médico, llegaría tarde, pensó. A continuación, miró un minuto desde fuera a su cliente, estaba sentado en la silla, de espaldas a la puerta de cristal. Llevaba el pelo engominado, un traje hecho a medida y un reloj suizo que podía costar fácilmente el alquiler mensual del estudio de Bruno. Estaba mirando el móvil, deslizando sus dedos sobre el táctil con movimientos decididos y nerviosos. O estaba cabreado por el caso, o estaba cabreado por esperarle, pero en cualquier caso iba a encontrar a uno de esos idiotas que su vida les parecía demasiado valiosa para perder tres minutos de más o menos. No había pedido cita, así que pensó Bruno, mala suerte por esa espera caballero.
Bruno decidió entrar como uno de esos abogados importantes hablando por el móvil con una conversación ficticia, ya había tenido más encontronazos con este tipo de clientes, tenían que saber que él manejaba los tiempos, y para no crear un conflicto lo mejor era el móvil. No era Bruno el que le mandaba callar, era el móvil, y no sabía a partir de qué año al móvil se le había dado el poder de tener preferencia sobre las personas presentes.
Al tiempo que Bruno abrió la puerta, dijo: -Sí, cuénteme- Con una sonrisa y un aire distraído.
El hombre que estaba en el despacho le miró, guardó el móvil y al ritmo que Bruno dejaba el chaquetón y el portátil en la mesa: - Buenos días, le estaba esperando. – lanzado a quemarropa como un reproche – Quería…-
Bruno levantó la mano, señaló el móvil y los cascos conectados que llevaba en las orejas: - Un segundo, ahora mismo le atiendo- Bruno vio que el hombre se sintió incómodo, casi avergonzado porque creía que esas palabras iniciales “sí, cuénteme” iban para él. Fue una patada para su ombligo, ya no centro del universo como él creía.
Bruno sabía que no convenía tampoco forzar, así que asintió un par de veces con la cabeza, y dijo: - Perfecto, envíeme los archivos donde siempre por favor. Un saludo.- Se quitó los cascos, silenció el móvil, haciéndoselo ver al cliente presente y se lo guardó en el bolsillo. Ese truco bastante sucio del móvil, se lo había enseñado Don Nuño, perro viejo.
 Se sentó en la silla, miró al hombre que tenía en frente y dijo: -Disculpe, no sabía que le encontraría aquí, creo que no ha pedido cita. Bueno, usted dirá…- a continuación mostró una sonrisa para relajar el ambiente.
El hombre se cuadró de nuevo ya más relajado: - Verá no sé si acuerda de mí, fui uno de los asistentes en el caso de Mariana Fernández, mi hermana. Un caso de divorcio, consiguió que mi hermana recibiera la pensión.- El hombre se reclinó en el asiento. – Verá, ahora soy yo el que quiero un divorcio, y si no pensión, al menos quiero que no me quiten todo lo que he ganado estos años. -  El hombre estaba nervioso, tenía perlas de sudor en la frente.
Bruno asintió y se lo preguntó sin demasiado tacto: - ¿Hubo algo que provocara esta ruptura? Por cierto, ¿El divorcio es de “mutuo acuerdo”? Quiero decir, ¿ella estará ahora viendo a su abogado?- Este tipo de casos a Bruno lo desgastaban. Odiaba los casos de divorcio. No era por esa chorrada de que dos personas que se querían se divorciaran, llevaba suficiente tiempo viendo casos de divorcio como para saber que justamente las parejas que pasaban por los juzgados, rara vez se querían. Como mucho había una persona que sí quería y otra que no, como en el caso de la hermana, Mariana, una mujer que estuvo manteniendo a su pareja mientras hacía unas oposiciones. Y el muy cabrón cuando las acabó y se pudo sostener sin ella, se quiso ir. Apoyándose en otro famoso caso parecido, Bruno reclamó las ganancias de esas oposiciones como bienes gananciales de pareja, y así Mariana ganó esa pensión.
Los casos de divorcio, la mayoría, consistían prácticamente en que o las dos partes de la pareja eran mala gente, que vivían apaciblemente porque tenían algo que sacar del otro, hasta que se aburrían y se peleaban por los restos. O una persona engañaba a otra, y cuando dejaba de necesitarla, la echaba. Como romántico galopante a Bruno le jodía ver la peor parte de la especie humana, imaginaba que por eso seguía solo, ya no se fiaba.
Cristián, como se llamaba el hermano, inclinó la cabeza, ¿estaba avergonzado?, y en apenas en un susurro dijo: - Me ha sido infiel – Bruno tuvo que evitar una carcajada. Este hombre que ahora parecía un hombre apaleado, quería separarse de su mujer por esa infidelidad… Sabía a ciencia cierta que Cristián era infiel, el día que ganaron el juicio de Mariana, se fue a cenar con toda la familia para celebrarlo. El tipejo, ya casado en ese momento y con la mujer presente en la cena, pensaba llevárselo a un club donde según Cristián “conocía a una par de putas que se lo agradecerían con creces, él pagaba, ya le hacían precio”. Bruno se alejó de él, alegó que tenía ya planes después de cenar y borró su cara de su memoria. Y ahora, ese macho alfa estaba con el rabo entre las piernas, como un perro abandonado y apaleado, porque una mujer… ¡Una mujer!, se había atrevido a faltarle al respeto. Esta era gente de la peor calaña, machos alfa machistas y racistas, normalmente era el pack completo. Machismo y racismo iba junto, era algo que tenía tristemente comprobado.
Su padre sería un macho alfa, pero valoraba a su madre, porque él valoraba la fuerza, y ella la tenía. Mi madre era un “macho alfa” de hecho. Sus padres no descartaban a nadie de primeras, sólo descartaban a la gente que no era capaz de defenderse por sí misma. Sus padres eran unos depredadores salvajes, y en la selva, el débil era la comida.
Bruno le miró: - ¿Tiene alguna prueba? ¿Algo? – Bruno enarcó las cejas, para ser sincero, con la esperanza de que no la tuviera. No quería defender a un tío así, aunque fuese de una tía como ella, en la cena también la conoció y parecía una de esas mujeres que adoraba controlarlo todo. Cada gesto, cada mirada, Bruno pensaba que siempre tendría que mirarla las manos para ver en qué momento colocaba el veneno en la copa o le daba la puñalada. Parecía una de esas tías que en vez de personas, veía marionetas e hilos que manejar a su antojo.
Cristián totalmente rojo, levantó un sobre que tenía entre las piernas: - Empecé a sospechar y contraté a un detective para que la siguiera, aquí está todo lo que consiguió– Parecía que se iba a echar a llorar. Con un hilo de voz añadió: – Aquí está también el resto de información que he cogido de la gestoría, facturas de las compras hechas, nóminas, etc… Todo a mi nombre, todo mío-
Bruno decidió que lo que menos le apetecía era consolar encima a ese hombre, así que optó por quitárselo de encima cuanto antes mejor: - Perfecto Cristián, es mucha documentación, buen trabajo. Déjeme que me lo mire todo para planear la estrategia, entre hoy y el lunes le llamaré. El lunes mismo quedaremos, si le parece bien. – Bruno percibió que no pensaba levantarse tan a la ligera, así que muy sutilmente, mientras se levantaba de la silla y abría la puerta del despacho, añadió: -Si quiere vaya a tomar un café ahí abajo, relájese, es una cafetería estupenda. – Con su mejor sonrisa, mientras vio que por fin el tipejo abandonaba el despacho, añadió: - ¡Yo me pongo manos a la obra ya mismo! Un saludo.
Bruno le vio abandonar el bufete sin despedirse de Matilde, los pocos clientes de esa calaña que habían pasado por el bufete nunca lo hacían. Total, Matilde sólo era una secretaria, como del “servicio”, no merecía su atención. ¡Era horrible esa actitud! La gente no se daba cuenta, pero muchas personas seguían ancladas en esa mentalidad casi feudal, donde se separaba al señor de la villa del “servicio”, y jamás se le miraba a los ojos.
Una de las cosas que le gustaban de su trabajo, es que le había ayudado mucho con su timidez galopante, el trabajo, le había permitido tener esa excusa para abordar a alguien y hablarle. Era un cliente, su cliente, tenía que hablarle por huevos. Cuando entraba en el bufete, se perdía ese Bruno que se quedaba embobado con una tía en el autobús, y entraba Don Bruno, un hombre que más que abogado, era casi un showman, con una sonrisa radiante en la chistera. Forzado a ser becario o abogado, el miedo escénico que le podría costar que se cumpliera su peor miedo de empezar como becario, se convirtió en confianza. Así, desde el primer día que entró a dejar su CV a Don Nuño, el traje fue su vestuario, el bufete su escenario y Don Bruno, el personaje que creó para hacer de su vida un show en ese pequeño teatro.
En fin, vamos a ver esa documentación pensó Bruno.
La verdad es que al menos Cristián le había facilitado el trabajo, lo traía todo bien clasificado. Tenía por un lado unas fotos del detective cada vez más subidas de tono, de hecho dejó de verlas, aquellas imágenes cada vez estaban con menos ropa, se preguntó entre risas si aquellas fotos las habría acabado haciendo con una sola mano… En serio, ese detective se había quedado durante toda la escena, varias veces, ¡eso era profesionalidad!
Empezó a perderse entre el montón de facturas, intentando encajar fechas de boda, con fechas de compras, etc… Debía ordenar primero todo por fechas y relacionarlo, ese trabajo le llevaría fácilmente toda la mañana. Era un trabajo pesado y mecánico, primero sólo debía mirar los números de las fechas y ordenarlos. Después, sólo debía ver la fecha del casamiento, y separar facturas de antes y después de esa fecha. Por último restaba hacer lo de siempre, ver a qué cosas se podía renunciar, regalos para ella, joyas, vestuario, etc… Y por otro lado, ver a qué cosas no se estaba dispuesto a renunciar, casa y coche, por ejemplo.
Al principio le había gustado eso de revisar documentación, lo reconocía. Era la novedad, era una búsqueda de fisuras en la mentira de los clientes, tanto en el propio, como en el de “el enemigo”, como le gustaba decir a su padre. Una vez le tocó desmontar la coartada de un asesinato, nada muy grande, los mafiosos de verdad no se iban a un bufete pequeño donde le agenciaban a un solo abogado, eran más bien dos camellos subidos de tono. El caso ni siquiera lo llevó él, pero ayudó a Don Nuño con la documentación. Aun así, eso tuvo su gracia, ahí sí se hinchó su pecho de orgullo, como si de verdad fuese un caballero de cruzadas, por la gloria de la dama Justicia.
Toda la vida le habían educado para ser abogado. De hecho, hasta sus doce años, él mismo sabía que haría eso. En su imaginación, él sería el mejor de su promoción, a la salida le cogería una empresa enorme para ser abogado. Y a los treinta años, entraría en el bufete de su padre por méritos propios, con su propio despacho como así merecería, de hecho, sería el abogado más brillante de la familia Garrido. Ya se sabe, un futuro brillante, ambicioso, a bombo y platillo, como merece la imaginación de una persona joven.
Pero a los doce años algo cambió. El arte en su casa nunca había tenido lugar. Sus padres sólo eran aficionados al arte que daba “clase”, que añadía valor económico-cultural. Obras de artistas trasnochados, arte moderno que quizás sabiendo la historia que venía detrás del cuadro, hiciera que cobrara sentido. O quizás si la cabeza que mira tuviera algún tipo de imaginación detrás, agitando la mirada, y jugando con las extrañas formas del cuadro… Pero no era el caso de su familia, y a Bruno, en consecuencia, jamás le habían enseñado a mirar de ese modo.
A los doce años, su familia por fin le llevó a una de esas exposiciones de las que volvían con cuadros que ni él, ni su familia, entendían. Pero que colgaban en la casa porque era lo que dictaban esas raras revistas de decoración y arte, que el decorador de interiores que trabajaba para la familia coleccionaba. Estuvieron horas viendo la exposición. Fidel, como se llamaba el decorador, les fue guiando y proponiendo qué cuadros podían llevarse y explicando aburridos datos, de artistas y del cuadro en cuestión, que los padres de Bruno repetirían en fiestas y reuniones sociales. Al cabo de una hora, Bruno se aburrió de escuchar esos datos y se perdió en la exposición al entretenerse mirando uno de los cuadros.
Le llamó la atención un cuadro pintado en blanco y negro, tan solo con los matices de grises. El paisaje le parecía bonito, pero el resultado con los colores, le parecía feo. Un extraño acento le preguntó a su espalda.
-¿Qué ves? – Bruno dio un brinco, se dio la vuelta. Vio a un hombre moreno, ¡con gafas de sol de pasta marrón!, un traje verde oscuro veraniego, camiseta amarilla de tirantes y chanclas de cuero. Lleva barba de dos días muy cuidada, pendiente y rastas. Ese hombre apestaba a artista. Tenía una perenne sonrisa alegre, pero más que burlona, invitaba a hablar.
Una vez se calmó, Bruno consiguió responder un poco desconfiado y de una manera algo boba: - Un cuadro en blanco y negro – Según salió de su boca, se arrepintió de sus palabras, había quedado como un idiota.
El hombre sonrió un poco más y dijo: ¡Nooo! Eso lo ve cualquiera, digo qué ves tú. ¿Qué te da ese cuadro?- Dios, ese tío le ponía nervioso, le recordaba a Rafiki, el maldito mono de El rey león. Su acento era claramente brasileño, y su sonrisa, claramente hipnótica, no había burla, tan solo diversión. No lo tomó a mal, al fin y al cabo había dicho una idiotez.
Bruno ya un poco avergonzado: - Mmm no sé, quizás algo claustrofóbico, es un paisaje bonito, pero está en blanco y negro. Y la formas, están como curvadas, como deformado el dibujo…- Le miró como buscando aprobación, sentía que estaban juzgándolo, como pasando un examen.
El brasileño aumentó su sonrisa, parecía que se iba a abrir su cabeza por la mitad como una piña, y asintió: - Sigue niño, saca todo, vamos. – Ese acento era goloso, realmente invitaba a hablar, era alegre.
Bruno, suspiró, no estaba acostumbrado a hablar de sensaciones, ¡él era un hombre joder!, los cuadros eran manchas de pintura, nada más. Ese desconocido estaba sacando algo de él, eso, desconocido: - No sé, quizás es como ver algo grande, algo bonito, como un bosque de esos de revista de agencia de viajes, a través de un cristal roto. Ves todo deformado, ves todo roto. Sí, así es, es como cuando llegas un día sin ganas a casa y no te apetece nada, el mando está demasiado lejos cuando te apetece cambiar de canal. O los brazos te pesan demasiado… - Bruno se sintió el más estúpido del mundo, aquel personaje que se guiaba por las sensaciones, y él mencionando el mando a distancia. Pero sentía los ojos de su padre clavados en la nuca, o peor aún, los oídos. Nunca se había parado a mirar un cuadro, a “sentir un cuadro”, y que lo viera su familia, especialmente su padre, era algo que lo abochornaba. Un día, a los diez años, el colegio hizo una excursión a un concierto de música de cámara, un concierto de música clásica en vivo. Se le erizó la piel, no recordaba bien la música, sólo recordaba a sus diez años volviendo a casa con el alma envuelta en un pañuelo de coordinadas y armoniosas notas musicales, no sabía lo que había sentido, sólo sabía que fue la primera vez que estaba tan feliz, que se le desbordó la felicidad y cayó de sus ojos en forma de lágrimas. A la vuelta, le habló a su familia entusiasmado de ese concierto, de esa sensación, de la música, de los pelos de punta… Y paró en seco, su padre le miró con una mezcla de desprecio y miedo, ¿y si salía artista?, pensó Héctor: - Hay que joderse, el hijo nos ha salido maricón- Se rio mirando a su madre y a Iván, el hermano mayor de Bruno, que rieron con compañerismo con su padre. A Bruno en ese momento se le quebró algo, se sintió mal, como si hubiese hecho algo sucio, algo malo. Además de a su familia, a su padre, lo había decepcionado… Al día siguiente, para compensar tanta tontería, Bruno comunicó que quería apuntarse a boxeo. Con un aplauso familiar cayeron mil hachazos para podar a su forma el alma de un niño que tardaría años en recuperarse, y cuando lo hiciera, lo haría con miedo y vergüenza a espaldas del mundo y su familia. Crecería ocultando a todos las primaveras, alegrías y ganas de vivir que entre sus ramas se mecerían…
El brasileño soltó una risa corta. Como si hubiera confirmado una sorpresa, como quien confirma un regalo que esperaba con ganas: - ¡Muy bien niño! Escúchame bien. Un cuadro puede decir algo y gritarlo.- el brasileño se irguió enorme sobre sí mismo- O puede susurrarlo. – se hizo chiquitito, casi de rodillas- Un cuadro puede ser una frase corta, un mensaje, un detallado paisaje. Puede ser algo encriptado, puede ser algo que tengas que descubrir, pueden ser pequeños detalles, como ahora. O algo complejo, quizás hasta necesites saber qué vivía el artista para entenderlo. Pero siempre hay tres mensajes, el que el artista quiso decir, el que tú entiendas y el que tú quieras imprimir al cuadro.- Miró a Bruno para ver si lo había entendido.
La verdad es que el tío parecía que estaba como una puta cabra, pensó Bruno, pero como Rafiki, era un sabio a su manera: - Entiendo – Bruno asintió sin demasiada convicción.
Por primera vez, el artista dejó de sonreír, le miró fijamente a los ojos y le puso la mano en el hombro como si le estuviera confiando el secreto de la vida: - Escúchame muchacho, para muchos ya es tarde, pero tú estás a tiempo de salvarlo.- Bruno se acojonó, abrió los ojos como platos, no sabía de qué estaba hablando. Él continuó:         - Tienes un corazón en llamas, deja de intentar apagarlo, disfruta de su calorrrr - Roberto, como se llamaba, empezó un pequeño baile, cambiar el peso de un lado a otro de su cuerpo y a sonreír de nuevo. Enderezó la cabeza con un movimiento seco y cada rasta volvió a su lugar. Ese tío tenía cada palabra y cada gesto estudiado pensó Bruno, menudo narcisista, pero tenía algo grande, no sabía qué era, pero no podía dejar de mirarle y escucharle.
Pasearon un rato más por la exposición, la verdad es que Bruno disfrutaba aprendiendo, lo sabía desde siempre, su curiosidad era implacable. Y Roberto le estaba descubriendo un mundo nuevo, raro, pero nuevo. Era como esa ventana que daba a un paisaje, a un reino, al que su familia nunca le había dejado asomarse, no es que estuviese reservado para las mujeres, como esas películas de amor que su madre hacía ver a su padre. Era más raro aún, estaba reservado para esa especie aparte que su familia no entendía, para los artistas. Su familia no la entendía y de hecho, la despreciaba.          -¿Cómo podía ser que alguien se dedicase a pintar o componer música toda su puta vida?- decía su padre. Desde luego, en una familia puramente pragmática, el arte no tenía cabida. Y el lugar que tenía, era de pura fachada, puro postureo social. El arte acababa aparcado, salvo esa visita anual a alguna galería de arte para renovar los cuadros de las paredes.
Bruno pasó una estupenda hora con ese desconocido, hablando de ese reino por descubrir, hasta que llegó su hermano.
-Bruno, ¿¡dónde cojones estabas!? Estábamos preocupados. ¡Vamos “empanao”!- Miró con desdén a Roberto, tiró de la mano de Bruno para llevarle con él y a continuación con un tono grave, le escupió: - Gracias por cuidar de él.-
Roberto no dijo nada, simplemente sonrío un poco menos, un poco decepcionado por la situación, como si fuese consciente que nada podía crecer con “ese ambiente”,  y se despidió de Bruno alzando la mano. Bruno, como recompensa por descubrirle ese mundo, en gratitud por avivar esa llama y hacer renacer unos pequeños brotes que su familia había arrancado de cuajo haciéndole creer que estaban mal, que iban contra natura, simplemente hizo lo que pudo. A los cinco pasos, sin que se diera cuenta su hermano, se dio la vuelta, sonrió a Roberto y ambos se guiñaron un ojo. Un guiño que supo al agridulce abrazo de dos presos, que tras compartir cárceles y mil penurias, tras la fuga, tras despistar a los guardias, se dan para despedirse y regresar cada uno a su patria. Se guiñaron un ojo para sellar una amistad eterna que jamás disfrutarían…
Bruno en el despacho del bufete por fin consiguió ordenar todo el papeleo por fechas. Revisó en qué año se había casado Cristián, en el 2009, eso les daba ¡un año de casados! No estaba mal. Bruno pensó ¿cómo podía aguantar alguien un año con ese tío? Pero después pensó que la mujer tenía amante, y desde hacía mínimo quince días, que fue cuando empezó a investigar el detective, así que mucho tampoco le aguantó por lo visto… Empezó a separar las facturas a partir de la fecha de la boda. Facturas a nombre de Cristian, a nombre de la mujer y a nombre de la cuenta de los dos. Investigó la fecha de los cumpleaños y empezó a ver facturas hechas en fechas cercanas, para saber qué cosas podían ser alegadas como regalos de  cumpleaños, aniversarios, etc...
Tras esa visita a la galería del arte se permitió unos minutos al día para disfrutar un buen libro, buena música e incluso ver algo de arte, cuadros, esculturas, lo que fuera. El bachillerato lo superó sin problemas, con una media de nueve, empezó también a dibujar en sus raros ratos libres, en que además no había ningún ojo indiscreto de su familia. Empezó a vivir una especie de vida paralela secreta a espaldas de su familia, unos minutos al día. Tras el bachillerato empezó la carrera de derecho, tal y como le habían preparado. Por un segundo, a Bruno se le cruzó por la cabeza, la descabellada idea de mandar todo a tomar por culo, mentir a su familia, matricularse en Bellas Artes con el dinero que le dieran para la matrícula de Derecho. Pero eso era ir demasiado lejos, pensó, no tuvo valor…
Un día, su padre encontró uno de sus dibujos en un cuaderno mientras veían una duda sobre Derecho Civil, estaba ahí, dibujada en el margen del cuaderno, una mujer como saliendo de una pared en la que estaba atrapada, un dibujo copiado de una escultura que le encantó por la fuerza que tenía. Su padre empezó a recorrer las páginas del cuaderno y al ver que todos los márgenes estaban con dibujos, con garabatos, resopló, le miró: - ¿Es por esta mierda que en primer año no has estado entre los cinco primeros de tu promoción?- Miró a uno y otro lado y después le miró fijamente, con esa mirada dura dispuesto a morderle la yugular: - Si quieres ser un puto dibujante de caricaturas, vale, pero no nos hagas perder el tiempo al resto. Te recuerdo que el plan era ser el mejor de la promoción, y eso lo dijiste tú- Con un resoplido, cerró el cuaderno y salió de la habitación con un portazo que partió a Bruno en dos.
Desde ese momento hizo acopio de toda la disciplina de la que fue capaz y sólo dibujó los fines de semana, cuando su hermano estaba con los amigos, y sus padres, con una familia amiga tomando algo. Consiguió compensar la cagada de primer año y quedar segundo de la promoción, recuperando así por fin el orgullo y la aprobación de su padre, y de la familia, aunque fuera a cambio de él mismo.
Por eso, al mismo tiempo, se propuso los otros dos puntos, que trabajaría de abogado según saliera de la carrera, y que se independizaría, pensó Bruno. Quería a su familia, porque la quería. Joder, eran buena gente, sus padres y su hermano ahí habían estado cuando los había necesitado. Le querían, y él les quería a ellos. Pero en ocasiones sentía que sólo encajaba porque había nacido allí, pero no entendían nada de lo que pasaba por su cabeza, y eran tan sólidos, eran tan duros, que la única manera de encajar una pieza nueva, era o romperles a ellos, o romperse él.
Así, cuando terminó la carrera y encontró el trabajo con Don Nuño, en el bufete VitoresAbogados, y aprovechando que este estaba en plena calle Atocha, tuvo la excusa perfecta para mudarse a la cercana zona de Lavapiés. Donde ya había visto que había mil artistas que soplaran las ascuas y reavivaran el fuego para sentir de nuevo, ese corazón vivo, en llamas. Poder sentir de nuevo la amplia sonrisa, los pelos como escarpias y la felicidad iluminándole las pupilas…
Desde que se mudara hace un año, había ido regularmente a clases de pintura, había conocido a directores de galerías de arte, a escritores y músicos. Se había hecho amigo de Guillermo, diseñador de juegos de mesa, más bien inventor de ellos. Desde hacía un año se había sumergido de lleno en un mundo que nunca antes había experimentado, un mundo que le gustaba, un mundo que, cariñosamente, acabó por llamar “Su mundo”.
Desde que se sumergía cada vez más en Su mundo, el trabajo lo asfixiaba cada vez más. Lo notaba, pero no sabía porqué. ¡Joder¡ Había estudiado derecho, segundo de su promoción, estaba ejerciendo de abogado, se le daba de puta madre, se había independizado, ¡uno de los pocos de su edad que se había independizado!... Debería estar en la cima del mundo, y no era así. No era feliz. Sí, no tenía hambre, no tenía frío, las necesidades básicas, y parte de las no tan básicas, estaban cubiertas… Eso era lo peor, que no era feliz y no podía quejarse de nada. No era como esa gente que nace en un país pobre y está condenada a morir o sobrevivir, y su vida sólo puede cobrar brillo si hace algo realmente descabellado, algo realmente heroico, y que aún así, por quedar fuera del foco de los países civilizados, posiblemente esa historia caería en el anonimato. O como mucho, una vida que debería ser leyenda, se quedaría en una simple historia de motivación recogida en un vídeo youtube de no sabía cuántas mil visitas.
Hacía tiempo que le costaba levantarse, de hecho, esa chica del autobús era una especie de salvavidas, era un motivo para levantarse de la cama por la mañana, coger el bus y ya de paso, ir al trabajo. El trabajo en sí, había dejado de ser un motivo para madrugar, no se sentía cómodo, casi inconscientemente quería que le despidieran, era una mierda que el subconsciente fuera más valiente que el consciente, pensó Bruno.
Tener esa excusa para replantear los cimientos de su vida, reconstruirla de arriba a abajo, porque total, estaban a finales de Mayo, y nadie iba a encontrar trabajo de abogado en esas fechas, era difícil. La verdad es que era mentira, ya había rechazado una oferta de trabajo, algo mejor pagada, porque estaba en una zona distante y el horario no le permitiría dedicar tanto tiempo a Su mundo por las tardes. Así que no tendría más remedio que inventar nuevos modos de buscarse la vida. Quizás caracterizando el nuevo juego de Guillermo, o hablando con Julio, el director de la pequeña galería de arte que había echado un vistazo a sus dibujos… Tenía mil castillos en el aire, mil castillos de arena y no se atrevía a cimentar ninguno. Le parecía un cambio demasiado grotesco, de abogado a artista. Y sobretodo, era una de esas cosas que no podía decir a su familia. Si se moría de hambre, morirse de hambre como artista era ser desheredado en el acto. Pero triunfar como artista, era casi lo mismo, su familia, Bruno tenía la extraña convicción, de que dejaría de hablarle. Y esa era la encrucijada en la que siempre le paralizaba el pánico, y en la que siempre volvía a agachar la cabeza y a elegir la abogacía como modo de vida, porque total, al fin y al cabo no traía complicaciones y se le daba bien…
Bruno terminó de ver por fin qué facturas pertenecían a cada uno. Estaba comprobando las fotos del detective, cuando vio que entraba al bufete Don Nuño. Intercambió unas palabras con Matilde y ambos se dirigieron a su despacho, Don Nuño traía tres sobres en la mano.
Don Nuño cedió el paso a Matilde. Matilde miró a Bruno y le hizo uno de esos gestos que indicaban que no sabía de qué iba esto. La cara de Don Nuño era un poema, hablaba de debilidad, flaqueza y sorpresa. Imaginaba que los niños que se enteraban de que los Reyes Magos no existen, caminarían con la misma cara.
Don Nuño carraspeó, se llevó la mano a la boca y dijo: - Bueno jóvenes, ya sabéis que he tenido unos problemas de salud últimamente.- Bruno asintió mirándole a los ojos. Bien lo sabía, su primer caso, ese ejercicio precoz de la abogacía y esas ayudas en la documentación en los casos de Don Nuño, fueron precisamente porque Don Nuño algunas veces se encontraba mal, llegó a ausentarse hasta una semana. De hecho, Bruno no sabía exactamente cómo se mantenía el bufete, porque realmente no tenían muchos clientes. Para Don Nuño  VitoresAbogados era como un juego, un hobby para no dejar totalmente su pasión por la abogacía y abandonarse al aburrimiento de la jubilación, montó el negocio cuando lo intentaron prejubilar a los 60 años en el bufete en el que trabajaba. Prosiguió Don Nuño: - Estos problemas han ido algo más allá y me temo que ha llegado el momento de tirar la sotana y disfrutar de la vida en familia y amigos, toda esa mierda cursi que hace ilusión, ya sabéis. – Desvió la mirada, tenía los ojos vidriosos, estaba haciendo la escena lo más llevadera posible, pero al final lo estaba jodiendo vivo. Lo bueno de un bufete pequeño, es que al final reina la confianza, ya eran todos prácticamente amigos.
Matilde no pudo aguantar más y con una cara de piedra, preguntó: - ¿Pero qué tiene Don Nuño? – Don Nuño casi ni la miró, añadió: - Cáncer – Matilde, ya con una lágrima cayendo por el rostro, volvió con la nueva pregunta: - ¿Cuánto le queda? – Don Nuño, ya apretando los puños, con un hilo de su voz carrasposa de todo el tabaco que le acababa de mandar la sentencia de muerte: - Tres meses – Matilde soltó un pequeño grito y se lanzó a abrazar a Don Nuño, susurrando entre lágrimas mil porqués, aunque todos lo sabíamos, Don Nuño era una persona increíble, uno de los pocos abogados que no había educado el diablo, lo cierto que es que fumaba a todas horas, había jugado a la ruleta rusa, y había cargado la pistola con balas de más con cada pitillo que se metía en la boca. Bruno se levantó de su silla y fue paso a paso hasta que se fundió con Matilde y Don Nuño en un abrazo, un abrazo donde contacto piel con piel intercambiaron toda la admiración que se tenían entre todos, un abrazo donde en cada lágrima nadaba un respeto y un cariño de haber estado juntos en el mismo barco, barco que ya llegaba a puerto y todos sabían debían bajarse y separarse.
En realidad, la estocada al corazón no venía por la muerte de Don Nuño, que tenía 70 años, tarde o temprano debía pasar. La estocada era porque una persona que resuelve al mundo más problemas de los que deja, una persona que hace llorar al mundo que tiene con él, más veces de alegría que de pena, no merece acabar así, entre sesiones de quimioterapia y morfina. Don Nuño era una de esas personas que los dioses deberían reservar ese derecho de una muerte digna, una muerte de viejo, pasando del sueño de una noche al sueño eterno, dejando que se escurra poco a poco su conciencia. Hasta que sólo le quedaran dos certezas, saberse feliz, con una vida que brilló con luz propia, y saberse muerto, pero sin sufrimiento.
Tras diez minutos de abrazo, en el que se dijeron todo lo que nunca se decía. Te quiero, te respeto, te admiro… Don Nuño recuperó la compostura: - ¡Bueno vamos vamos jóvenes! Que a mí me queda suficiente vida por delante y a vosotros más, y no nos la vamos a pasar llorando, cojones. Escucharme pupilos, lo siento mucho, pero este chiringuito lo voy a cerrar. – Don Nuño miró el despacho, le daba pena, fue su hobby durante diez años, había llegado a ganar algunos casos de los que incluso a su edad, donde la vida ya le tenía prevenido de toda sorpresa, le hicieron sentirse orgulloso.          – Obviamente a mis hijos laborales no les voy a dejar en la estacada, en los sobres tenéis un finiquito con intereses, los papeles del despido para que tengáis derecho a paro y además, una carta de recomendación.- Don Nuño tenía los brazos por delante para que nadie se le abrazara de nuevo y poder terminar de zanjar todo el asunto legal-laboral. A continuación añadió mirando a Bruno: - Don Bruno, he pasado su cliente, Cristian, al bufete LópezAsociados. Mis casos también, de todos modos, les he hablado muy bien de ti, como te mereces chaval – le guiñó un ojo y le dio una palmada en el hombro, entre los lagrimones, Bruno contestó con una sonrisa, como mejor pudo. – Este lunes te llamarán para concertar una entrevista, pero vamos, les he dicho que tú ya habías ordenado la documentación y todo. La idea de ambos es que entres en el otro bufete y lleves ese mismo caso.- Don Nuño tosió y cambió la mirada a Matilde. – ¿Y qué vamos a hacer con la mujer más guapa del lugar? – Don Nuño intentaba imprimir algo de alegría, pero Matilde estaba rota y volvió a llorar a moco tendido de nuevo. – Tranquila mujer, en serio, estaré bien. ¡Y tú también!, he hablado con unos amigos de una empresa y necesitan una secretaria, este lunes te llaman y el martes si quieres empiezas. Deja el pabellón bien alto ¿eh pequeña?. – Esa pequeña muestra de cariño medio paternal, no hizo más que quebrar a Matilde.
Estuvieron una hora más entre abrazos y despedidas. Entre risas histéricas y lágrimas a moco tendido. Parecían un grupo de bipolares, pero es lo que tienen tres amigos con las emociones a flor de piel, con la muerte asomando por la puerta para llevarse a uno de ellos. Y es lo que tiene la presencia del cuarto miembro, que rompe con toda la cortesía social, con toda esa coraza que impide decir te quiero, te respeto, te admiro, es curioso cómo está armado el mundo, pero la mayoría de los reconocimientos, son para los muertos… Una auténtica lástima. Una auténtica lástima que nuestros protagonistas esa hora se saltaron con creces, salieron de ese despacho como merecen, entre flores y laureles.


                                                 CAPÍTULO 3
Bruno no tenía muy claro cómo había llegado al autobús de vuelta a casa. Iba con el piloto automático con las coordenadas que marcaba la rutina. La verdad es que su aspecto era bastante lamentable, maletín en el suelo, él sentado despatarrado, el traje arrugado con la camisa medio desabrochada y la corbata bien holgada. Para rematar ese aspecto, Bruno encima tenía los ojos hinchados de haber llorado. Por la mañana parecía un triunfador y por la tarde, la historia de un fracaso. Se dio cuenta porque la gente había empezado a mirarlo.
- Disculpa, ¿estás bien? Toma un pañuelo.- Bruno tomó el pañuelo de papel que venía de su derecha sin mirar prácticamente, sobretodo porque notaba que se le estaban cayendo los mocos. Cogió el pañuelo se sonó y luego, recuperando algo de dignidad:      - Muchas gracias – Bruno sonrió y miro ya en dirección al prestamista… ¡A la prestamista! ¡A la increíble prestamista de jersey naranja!
Ella sonrió, era preciosa, tenía el pelo castaño recogido en una trenza larga. – Si me lo pides por favor, tengo hasta una botella de agua- Bruno no tuvo más remedio que reírse, y con una súplica que iba entre la alegría y la pena, añadió un lamentable: - Por favor - Bruno se sentía ridículo, se sentía tan ajeno a la situación, tan sacado de ella, que esa mujer le había dejado de dar miedo. Estaba tan en los cimientos, con su cara desnuda de máscaras, como aquella temible fiera africana que la graban con sus cachorros y deshacen un mito, que le daba igual todo. En realidad, no se sentía ridículo él, sentía ridícula la situación. Tenía tantas emociones a flor de piel, tenía para él ahora mismo la palabra vida tantos significados, que no entendía qué clase de persona era esa que no podía hacer algo por timidez o miedo. Don Nuño, ese día, había sido para él un Carpe Diem viviente, un ánimo para aprovechar el momento. Sí, a diario veía accidentes, enfermedades, y de gente mucho más joven, casos mucho más “injustos”. Don Nuño al final y al cabo tenía 70 años, y tenía un cáncer por el que había pujado cigarro a cigarro. Pero él era el que había roto esa coraza que hace a un corazón impermeable a las desgracias, por pura necesidad y supervivencia, porque si no moriríamos de pena por el hambre en África, los burkas en Afganistán y las matanzas en Palestina… Y en ese momento en que no era impermeable, en que una desgracia del círculo personal rompe esa coraza, se coló Don Nuño con la reflexión que Bruno necesitó tomar, Carpe Diem, el miedo y la timidez son lastres estúpidos, aprovecha el momento.
Bruno bebió un trago largo de agua, cerró la rosca y se la devolvió con una sonrisa de oreja a oreja, como la de un niño que acaba de comerse su golosina favorita: - ¡Qué bien me ha venido ese trago!- dijo imitando a uno de esos duros vaqueros de pelis del oeste, mientras se limpiaba la boca con la manga. Ella se rio a carcajada suelta.         - Bueno, ¿y quién me ha salvado de morir de sed? – Soltó una risita nerviosa, y contestó: - Mariela – Bruno se sorprendió, casi acierta, sólo faltaron las consonantes, en su imaginación ella se llamaba Daniela.
Estuvieron hablando todo el autobús, con un brillo en la mirada, ya pensando ambos en una segunda cita. Se intercambiaron los nombres en el primer minuto, se intercambiaron los números en el segundo y al tercer minuto, se intercambiaron unas miradas cargadas de “y si fuera él o ella”, cargadas de esperanzas.
- Bruno en serio, me da muchísima rabia no poder verte esta tarde, tengo mañana por la mañana que entregar un adelanto de mi Proyecto de Fin de Carrera. En realidad era para hoy, pero me quedaré por la noche y entregaré el sábado por la mañana por email… Pero en serio, mañana nos vemos, estás obligado, ¡si no, no haber sido tan majo!-            Mariela, le dio un abrazo y un beso en la mejilla, aunque bien pareció que le dio a Bruno unas alas en la espalda, porque desde ese momento se quedó como flotando en el asiento.
- Tranquila Mariela, intentaré sobrevivir sin ti, pero no prometo nada eee – Con un gesto dramático llevándose la mano a la cabeza. – A saber qué queda de mí mañana- Ambos se rieron y se despidieron alzando la mano, justo antes de que Mariela saltará del autobús y se perdiera calle abajo.
Bruno llegó a casa envuelto en una nube de emociones. Parecían nubes de verano, unas veces parecía que hacía un sol cálido que le acariciaba la piel y le caldeaba el alma. Otras parecía que empezaba una de esas torrenciales lluvias de verano, que te deja calado hasta los huesos. Así se sentía, una mezcla extraña, la alegría de haber conocido a Mariela con la triste futura pérdida de Don Nuñó.
Miró la pared del fondo, donde a costa de cargarse la fianza del casero, había tenido el primer destello de rebeldía y había pintado un hermoso bosque. Era un poco caótico, había empezado a hacer el boceto al mes de estar en su casa. Luego había ido añadiendo líneas, borrando otras, dando “expresión” a ese bosque. Quería que fuera como uno de esos bosques de cuento, un bosque mágico, quería que diera la impresión de que tras cada árbol había un hada escondida riendo como una niña observando a hurtadillas al observador de la pared. Cada mes que aprendía más y más en las clases de pintura, ya iba a cuatro a la semana más algunos talleres intensivos los fines de semana, iba añadiendo detalles y retoques a esa pared.
Aún quedaba el qué haría con la llamada del lunes, con la llamada de LópezAsociados… ¡Joder! Con lo fácil que habría sido haber sido despedido y ya está, sin ofertas. Un empujoncito a buscarse la vida que él quería. Su familia no podría decir nada y él quedaría tranquilo, pensó Bruno…
En ese momento se dio cuenta, se estaba comportando como un niño, se había independizado, tenía sus ahorros, tenía una salida, o medio salida al menos. ¡Si su familia quería un hijo abogado, que tuviera otro! Era el momento de coger las riendas, es posible que al principio les ocultara parte del plan, de hecho, todo el plan. Pero poco a poco, según fuese dando sus frutos, podría ir mostrando con orgullo su nueva vida. Lo que no podía hacer de momento es llegar a su familia con un montón de castillos en el aire, sería como llegar con unas habichuelas, decirles que son mágicas y que todo crecería antes del mes que viene. Poder podía, pero le ingresarían en un manicomio, de hecho él mismo firmaría la solicitud… Es cierto que era un poco arriesgado, pero al fin y al cabo con un plan seguro como el que había llevado a cabo hasta ahora, estaba seguro de que no era feliz, era hora de echar un órdago al mundo.
Cogió su teléfono y marcó a Guille, un amigo bastante friky, siempre estaba desarrollando juegos de mesa y siempre le había dicho que porqué no le ayudaba a ilustrarlos. Además tenía una tienda de juegos de mesa, donde además de ofrecerle trabajo, le había pedido alguna noche ajetreada con ligas de algún juego de mesa u ordenador, que fuese a echar una mano.
- Guille, soy Bruno. ¿Te apetece tomar algo esta noche?... ¡De puta madre! ¿22:00 en la plaza y luego vemos?... Sí sí, estoy bien, tranqui, luego te cuento… ¡Un abrazo!- Bruno colgó el teléfono, y decidió que en ese fin de semana iba a mover todas las cartas de su mano, para ver cómo podía cimentarse su nueva vida.
Volvió a coger el teléfono y marcó un nuevo número.
- ¿Julio? Sí, soy Bruno, nos conocimos en una exposición en Lavapiés…. Sí, exacto, el artista de “Los sueños son vida”. ¿Cuándo pasas por Madrid?... ¡Genial! Sobre la oferta que me hiciste, ¡estoy interesado! ¿Este fin de semana tienes un hueco para comer?... Perfecto, me confirmas a lo largo de la semana, pero en principio jueves… Un abrazo Julio, ¡muchas gracias!-
Colgó el teléfono. Bruno preferiría que hubiese sido este fin de semana la reunión, de este modo podría tener algo más a lo que agarrarse antes de decir que no a LópezAsociados, pero bueno, la decisión estaba hecha.
Se puso a recoger la casa y a ordenarla. Desde que vio una película, Sin límites, en la que el protagonista tomaba una droga que reactivaba el cerebro y vio que lo primero que hacía para empezar a trabajar, era ordenar la casa, siempre pensó que ordenar una casa, era como ordenarse a uno mismo para poder hacer lo que uno quisiera. Así que se puso manos a la obra.
Tras fregar y limpiar todo, y poner cada cosa en su lugar, se puso a ordenar sus blogs de dibujo. Decidió que se llevaría a la cena algunos bocetos para dos juegos que sabía a ciencia cierta que Guille estaba desarrollando. Uno de los juegos era de cartas, se suponía que cada jugador manejaba un artista, se trataba de llegar a conseguir escribir un libro, disco o a lo que se dedicara el artista, sin caer en drogas, en la locura, en la depresión o cosas así. Así por ejemplo, Terry Pratchet, escritor de Mundodisco, era inmune a la locura. Bob Marley, era inmune a las drogas. Todos los perfiles tenían un punto irónico un poco cabrón, pero el juego tenía su gracia. Bruno tenía ya hechos los bocetos de Bob Marley y Terry Pratchet, tenía ganas de ver si le gustaba la estética que le estaba dando, con un toque de caricatura pero sin llegar a ser infiel del todo a los artistas reales, para ver si seguía dibujando el resto del juego con este estilo.
El otro juego de Guille era un juego de estrategia tipo ajedrez, pero con cartas también. Ambos jugadores tenían las mismas cartas y las mismas fichas, era un juego donde la suerte, cosa que Guille odiaba a muerte, pintaba poco. Estaba en contra del azar y los dados. Guille le había dicho a Bruno que quería varias “versiones” del juego. Así una de elfos contra orcos, para la gente joven con imaginación aun corriendo por sus venas. Otra versión de las tropas francesas contra las tropas españolas, inspirada en la Guerra de la Independencia, Bruno ya había hecho bocetos de ambas versiones. La versión histórica la había hecho con todo tipo de detalle, pero dándole un toque épico a los gestos de los personajes de las cartas, como si cada uno de ellos fuese un héroe.
A la hora de hacer estos últimos bocetos históricos, hacía apenas una semana, se le ocurrió una reflexión un poco tonta. “Hay arte para todos”. En ese momento se le ocurrió que había un tipo de arte, que sí le podía gustar a su familia. Una cosa es que quisiera al principio del camino, que nadie le estorbase con miradas y críticas innecesarias, y otra cosa, era que  pensase vivir una vida paralela a la de su familia eternamente. Tenía que buscar un modo de que respetaran lo que hacía, de converger con ellos en un punto, y creía que lo había encontrado. Desde hacía una semana estaba haciendo bocetos de un óleo que pensaba pintar para el despacho de Garridos Abogados. Le pareció una idea muy poética esa de entrar al bufete de su familia, no de abogado, sino haciendo lo que de verdad quería. Desde que se le ocurrió la idea, supo que a su familia le tendría que gustar por cojones. Sólo necesitaba algo de tiempo, y ahora lo tenía, y algo de dinero, eso tendría que esperar hasta encontrar otra fuente de ingresos, es lo que esperaba solucionar con Guille y Julio.
Bruno miró el reloj, 21:00, aún le daba tiempo de darse una larga ducha caliente antes de salir hacia la plaza para ver a su amigo. Antes de meterse en la ducha, cogió el móvil, abrió el Whatsapp y escribió a Mariela. “Animo cn ese Proyecto guapetona. T dejo una cancion q anima muxo para currar.” A continuación compartió el enlace a la canción Happy de C2C, era una canción que siempre le pareció que tenía energía suficiente para romper cualquier aburrimiento y motivar a cualquiera para empezar a hacer cualquier cosa. Lo que se necesita para un Proyecto.
Bruno se desnudó, se quitó el traje lentamente, como el veterano que vuelve a casa y se desabrocha por última vez el uniforme de combate, fue casi como un ritual. Finalmente, arrugó todo con fuerza, pasándoselo de mano a mano varias veces, saboreando el momento y una vez hecho una bola, lo tiró al cesto de la ropa sucia con fuerza. Se miró al espejo y tenía una sonrisa de lado a lado, era el último día que volvería a trabajar de abogado se prometió. Eso ya sabía que no le gustaba. A partir de ahí cualquier cosa valía, siempre que fuese nueva.
Bruno puso el agua bien caliente, antes de la ducha había un abogado, después saldría un artista. Estaba contento. Se metió bajo el chorro a esperar que el agua diluyera todas las sensaciones. Había dos cosas que podían marcar el final de un día y hacer que la cuenta empezara con el siguiente, una eran ocho horas de sueño, la segunda, una buena ducha caliente…


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