viernes, 30 de diciembre de 2016

Las estaciones

Las estaciones tienen algo de magia. Tienen esa habilidad para quitar las máscaras, para desnudar los sentimientos de intenciones y simulacros. 

Las despedidas en una estación tienen algo de luto. La distancia es lo más parecido a la muerte en la vida. Lo peor de la distancia, como la muerte, es que sabes que no va a estar esa persona cuando la necesites, o cuando te necesite. Lo peor de las despedidas en la estación es que saben a eso, a despedidas, no habrá un "después" temprano y palpable para ver a esa persona, y eso el corazón lo sabe, porque es esfuerza en vomitar todo lo que tiene dentro. Da gusto ver a parejas abrazadas, dejando de lado al mundo, diciéndose te quiero y te echaré de menos con una mirada ahogándose entre lágrimas.

Pero sin duda, lo mejor de las estaciones son las bienvenidas, posiblemente sean la mejor expresión del amor que hay. Sólo hace falta fijarse bien cuando una persona va saliendo de la terminal. Cuando las miradas de ambas personas coinciden desaparece toda norma social, toda compostura,  el cuerpo es recorrido por un relámpago que lo impulsa a correr con una carcajada de pura alegría entre los dientes. Cuando se acercan por fin hay un abrazo que intenta fundir los cuerpos, y la mayoría de las veces está muy cerca de conseguirlo...

Las estaciones tienen una sinceridad brutal con el pasajero solitario, ya que a la llegada lo único que tiene es una sucia envidia de todo aquel que tiene quien le reciba y le despida. Lo único que le queda es la absurda libertad que da no tener quien le espere...

martes, 13 de diciembre de 2016

Me llegó por fin la adolescencia...

No sé si me llegó la adolescencia, pero últimamente me duele más la injusticia. 

Me imagino que duele más llegar a la cama como un cobarde que con la cara partida a golpes. 

El mundo se ha quedado en un caso casi improbable, pero ya no es imposible. 
Si no se arregla es porque no lo intento lo suficiente. Boko Haram (o cómo se llame ese puto brazo de Isis) empuja a refugiados a Nigeria, mueren de hambre y a mí el día se me hace más triste. Tengo la cabeza partida en dos pensando cómo convertir un campamento de refugiados de la noche a la mañana en un poblado autosuficiente. ¿Qué hacen falta? ¿Comida, vacas, construcción, ... ? Ya no hay resignación, ahora hay listas, hay esperanza, pero también hay un puto reloj de arena en la cabeza, donde no caen granos de arena, caen simplemente vidas, caen almas en pena. En su mayoría niños que murieron antes de aprender lo que es la vida, por haber errado y haber nacido en el hemisferio equivocado.

Me llegó la adolescencia y me faltan experiencias, me faltan emociones, me faltan latidos o me sobran alientos que nadie ni nada me ha robado. Miro de reojo a las drogas, una salida fácil para sentir un poco más. Y entonces lo piensas, falta por sentir porque falta valor, faltaba valor. 
Faltaba valor para subir a un escenario de un pequeño bar y ponerse a recitar con la piel erizada, empujada por un alma que lucha por salir.
Faltaba valor para prepararse para un montón de proyectos que siempre he tenido en mente. No sé porqué cojones hasta ahora había algo en mí que se creía que un "nunca lo intenté realmente" era una buena excusa.
Faltaba valor para siquiera pensar en hacer algo por el mundo. Faltaba valor para dejar a la conciencia tomar las riendas y dejar que me ahogue con la almohada al llegar a la cama, si no he hecho algo para prepararme para poder hacer algo más el día de mañana. 
Faltaba valor para reconocer que hay y hubo héroes en este mundo que lucharon contra todo, dieron o sacrificaron todo lo que yo siempre he deseado y pulverizaron las palabras que suenan como "imposible", mientras honraban palabras como "locura" o "sueño"... 

Me llegó la adolescencia y creo que me hice más inocente, más radical, más soñador, más empático, más consciente, más irascible, menos paciente... En fin, creo que me hice un adolescente.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Lo que nos debemos

Rompiste los relojes, montañas de arena dispuestas para forjar mil futuros, para soñar a lo grande, con primaveras, con mil maneras de salvar el mundo...

Llenaste mi cabeza de héroes, de revoluciones, de tiros por la paz, de dictaduras para la gente, de batallas para salvar el mundo...

Despertaste la conciencia, se cayó el velo y le dijiste simplemente, "o actúas o eres responsable" Fue como darle una pistola llena de balas, llena de ganas, señalarle a los malos y simplemente saber que si en diez años nada ha cambiado, saber que el cargador acabará en mi estómago. Todo sabrá a plomo, a frío, sabrá a resignación...

Viniste rompiendo, llenando, despertando... Y te lo agradezco, te lo debo.

Yo por mi parte, más discreto, iba sin espada, iba sin escudo, iba sin armadura y sin miedo. No habrá heridas, no habrá letra que con la sangre entra, simplemente habrá huellas. Yo me iré, pero habré sembrado pequeñas semillas. Yo me iré, o te irás tú, pero cuando le hables a alguien de los faros, llegará una pequeña alegría, se erizará la piel recordando tardes en un sillón arreglando el mundo y los labios se abrirán desbordados por una bonita sonrisa...

Cuando le hables a alguien de Frida, verás una foto colgada y vendrá a tu mente una tarde de cervezas, y de nuevo, tus labios te podrán y asomará una sonrisa... 

Cuando muestres orgullosa tu colección, te preguntarán cuál fue la primera película, tú te morderás el labio y de nuevo una pequeña felicidad te sacudirá el cuerpo y brotará una bonita sonrisa... 

Cuando hables con pasión de tiros, revoluciones, de héroes, recordarás que en un sillón un día educaste a un pequeño revolucionario, y de nuevo, no podrás evitar que nazca una sonrisa...

Esas sonrisas serán tuyas, pero las planté yo, así que en virtud de lo dicho por no sé qué poeta o poetisa, me las debes.