lunes, 24 de abril de 2017

Y los duendes huyeron al norte...

Cuenta la leyenda que en tiempos antiguos, cuando la magia campaba a sus anchas y magos y druidas aún eran respetados y conocidos, los bosques eran lugares llenos de hadas y duendes, dispuestos a maldecir al malvado, a bendecir al bueno de corazón y a jugar y ser la alegría y la guía de todo niño perdido. 

Dice la leyenda que cuando los niños crecían, se alejaban de sus sueños, dejaban de imaginar que podían volar y se centraban en la aburrida realidad, un duende o un hada salía de ellos y huía a la arboleda más cercana, allí con la primera lluvia se limpiaba toda esa madurez, recuperaba su poder y se dedicaba a jugar de nuevo con la magia a hacer árboles de tamaños, formas y colores imposibles...

Cuentan que a medida que la humanidad fue envejeciendo y se fue alejando de la tierra, viendo bosques tan solo como recursos, ríos como energía y los animales como caza, cuando envolvieron sus corazones en cemento y talaron toda arboleda que quedara cerca de lo que ellos llamaban civilización, los duendes y las hadas cada vez que salían de un niño o una niña tenían que huir cada vez más al norte...

Cuentan que en las tierras del norte de España encontraron duendes y hadas gente afable que aún respetaba los bosques, que aún cuidaba que nadie maltratara las arboledas. 

Dice la leyenda que algunos en gratitud por encontrar en esas tierras algo llamado hogar, regalaron a las gentes de esas tierras instrumentos desconocidos de sonidos agudos y felices, que contenía la magia y la felicidad de sus risas. Cuentan que duendes y hadas se esforzaron por dotar a esos bosques de una belleza sin igual, de tamaños enormes, de formas mágicas y colores imposibles sacados de los sueños y la imaginación de los niños...