miércoles, 24 de junio de 2015

El pacto.

Hagamos un pacto, vivamos de película. En serio, vivamos como si el estudio de producción fuese dos pasos por delante de nosotros preparándonos la escena, vivamos como si supiésemos que todo va a salir bien. 

Pongámonos por sombrero la justicia y el mundo a cada momento, vivamos disfrazados de mosquetero. Con la espada en mano para retar a un duelo a todo problema que se presente, sólo nos queda ganar o perder, vivir o ser heridos y heridos, hasta que llegue esa herida por la que se nos cuele la muerte.

Cuando se nos cruce el día y poco a poco se nos antoje feo, sonreiremos al mundo hasta convencerlo, hasta convencernos, de que la vida es bella. Caer en la cama cuando ese pelotón de fusilamiento suelte cada bala, pensando ya en resucitar y darle la vuelta al día mañana por la mañana.

Cuando perdamos, que el final se nos antoje hasta bonito, al estilo de La boda de mi mejor amigo. Que la herida cierre pronto, que la cicatriz quede linda y la lección quede bien aprendida. 

Cuando ganemos, que la celebración dure, que la alegría se nos quede agarrada a la comisura de los labios, dejándonos motivos para sonreír al menos una eternidad más, por lo menos una...

Pero sobretodo, ganemos o perdamos, apostemos.  

Que la próxima vez que estemos al filo de la navaja, nos abramos el pecho, vayamos a esa chica que siempre puso a prueba nuestro valor, pongamos nuestro corazón delante y se lo digamos: - Estos latidos nunca los he tenido, este ritmo, te lo debo. - Poco importa la respuesta, no importa si acabáis bailando nuevos ritmos una noche que os sabrá a una vida, una vida que os sabrá a cien, o si simplemente, todo acaba en un traspiés, porque ninguno supo escuchar la música que latía.

Quiero acabar mi vida con cicatrices de mil caídas, pero conociendo todos los castillos en el aire. Quiero llegar donde no ha llegado nadie, la tierra es para los cobardes, para la gente que no le echa valor, para la gente que no se abre el pecho y saca a pasear el corazón.
 


domingo, 14 de junio de 2015

Lo siento, yo ya no necesito a nadie

Cuidé tanto tiempo el amor por ti. Lo acuné entre mis brazos, lo alimenté, le enseñe a caminar y a volar, le enseñé la magia y a huir de los trucos, le enseñé a criar todas las margaritas del mundo con pétalos que dicen que sí, le enseñé mil historias interminables que nunca acaban, pero siempre van bien... 

Le enseñé todo para que estuviese listo para ti, tenía el corazón en bandeja de plata, envuelto en papel de regalo. 


Pero nunca llegaste, y el amor y yo, como pasajeros abandonados en la estación de autobús, empezamos a mirarnos, a sonreírnos, a hablar, a conocernos... Cogimos el corazón tan nuevo, apenas sin usar de la bandeja, lo desenvolvimos y disfrutamos con cada latido de vida. Cada latido era primavera, era alegría, era una navidad, era un carnaval, eran noches de reencuentro... 


Así, tan nuestro, tan mío, era un secreto guardado bajo llave desvelado sólo para mí, sólo para mí y ese amor tan educado para ti, pero que tan abandonado y ofendido, se queda conmigo, ahora somos amigos. 


Podéis creerme, mil veces mejor compañero de juegos que la soledad, es el amor propio. Es igual de fiel, pero hace mucha más compañía...


Así que sintiéndolo mucho cielo, seas quien seas, ya no te necesito. Ya no te quiero. Si vienes que sea en son de paz y con bandera de amistad, si te cuelas en mi cama, serán unas noches, pero no una vida. 


Tengo un corazón a prueba de balas, anticoronas de princesas y otros cuentos, y un sistema antirrobo a prueba de caricias, palabras amables y toda mierda deshonesta. 


Tengo un corazón que late a rabiar, a gritar, a gemir, que suena a carcajadas y que bombea tanta sangre como pasiones y sueños. Tengo un millón de margaritas que siempre dicen que me quiero, tengo la magia para hacer realidad los castillos en el aire. 
Lo siento, yo ya no necesito a nadie...

sábado, 6 de junio de 2015

Envidia

Pasear solo por la noche valenciana, ver por las ventanas de los restaurantes, exhibiéndose, más de diez postales de amor. Envidia.

Manos y manos entrelazadas, como raíces buscando el agua de sus cuerpos. Ya no sabes quién es encina y quién enredadera, quién sustenta y quién trepa hasta el cielo, todos los cuerpos están igual de cerca del sol. 

Brillan felices, guardan en sus ojos toda la alegría del mundo. Se miran con la sangre hirviendo, y el burbujeo debe hacerles cosquillas por dentro, porque no hay ni una sola pareja del local, que al mirar a su compañero/a, no esté sonriendo.

Y supongo, habrá quién dirá que es muy triste que alguien te tenga presa una sonrisa, yo también lo dije. Tener una sonrisa dedicada sólo para una persona, no poder sonreír así cuando te miras al espejo, cuando escuchas el mar o cuando llega la Navidad. Pero qué queréis que os diga, si alguien es capaz de darme esa sonrisa de miel en los labios, de azúcar en el alma, de alas en la espalda... Bueno, dejo que me la guarde bajo llave, hasta que vea a esa persona de nuevo y quiera prestármela. Es para mí, pero me la hizo ella.  

No olvidemos que esa sonrisa la hizo ella, a base de ganas, de complicidad, de confianza, de conocernos, de saber cada talón de Aquiles, de cartografiar nuestros cuerpo sabiendo hasta nuestro lunar más bonito, o ese trocito de piel donde si nos besan, nos hacen perder la cabeza...

Una persona que sabe cómo hacerme reír, cómo volverme loco... Que tiene tantas llaves de mí mismo de puertas que ni yo sé abrir, en fin... Creo que se ha ganado una sonrisa sólo para ella, e incluso unas caricias que no dedicaría a nadie, e incluso unos besos que no me atrevería a regalar, e incluso ese hueco en el hombro para tumbarse conmigo en una cama, e incluso mis alas, e incluso mis castillos en el aire, e incluso mis noches, e incluso mis días, e incluso un lugar más cercano y más grande en mi vida, que al final, no tengamos más remedio que fundir en un "nuestra vida"...