sábado, 31 de enero de 2015

La cárcel

¿Y qué hago si todo lo que hay fuera de tu vestido se antoja una cárcel? 
Contando cada segundo de la pena que me queda para deslizarme hacia la libertad y meterme dentro de él. También podría hacerlo ilegal, dar mis mejores besos a los labios de la carcelera, morderla el cuello hasta que caigan los tirantes de la cárcel y pueda disfrutar de la libertad como dios manda, con el amor que dan dos muslos abiertos y tus uñas surcando mi espalda con cada gemido. Beso a beso, embestida a embestida, grito a grito, deseo a deseo, sueño a sueño…
Abandonarnos a dos respiraciones jadeantes al compás, cómplices en la oscuridad, pidiendo sólo que el mundo se quede fuera de esas cuatro paredes, que sólo entre la lujuria con los placeres que quiera regalarnos.
Puede que el cosquilleo de la respiración en tu oreja, puede que el relámpago que produce un justo mordisquito en el cuello, puede que esa pasión que puede desbocarse tras un largo beso bien pegados, compartiendo hasta nuestro aliento, puede que semillas de fuego que plante con las yemas de mis dedos, que hagan que todo tu cuerpo arda en llamas, que sólo puedas calmar con tu humedad, nuestro sudor y nuestra saliva.

Y darnos de golpe la confianza...


No sabes cuánto me habría gustado tirarme a hablar contigo. Hablar a quemarropa, sin chalecos, sin balas de fogueo, con las preguntas donde pican a la conciencia y a la curiosidad. Preguntando por cicatrices y por heridas abiertas. 
Fiar el uno y el otro, y darnos de golpe la confianza que dan los años de una vida entera que no hemos pasado juntos. Desnudarnos y lucirnos con la honestidad y la seguridad de saber que no nos vamos a juzgar.  
Quiero saber tu historia, quiero saber tus porqués, tus circunstancias, tus sueños, tus miedos, las alas y los lastres, los méritos y defectos de tu alma. 
Quiero conocerte de arriba abajo y de lado a lado. Saber si quiero ser amigo, a quién admiro. Saber si llego a enamorarme, de quién soy amante.

sábado, 24 de enero de 2015

Puede que fuera Disney...

Puede que fuera el marketing, puede que fuera Disney…pero amo amar como si no hubiera mañana, rasgarme la camisa y arrancarme el corazón del pecho. Me creí que no hay mejor brisa que su aliento, me creí que no hay mejor brillo que su mirada, que después de ella no queda nada. Me creí que debía ser mitad siervo, mitad caballero y el completo príncipe de nuestro cuento. Me creí el para mí son órdenes tus deseos. Me creí el juntos podemos todos los sueños. Me creí la media naranja, cada cuento, cada amor eterno. Me lo creí, tan fuerte, que ahora lo siento.

Siento al verte que el corazón salta del pecho. Siento que quiero sentir tu aliento. Siento que el tiempo es el enemigo, cuando corre a toda prisa, cuando hablo contigo. Siento que se me ocurren por rato 100 besos, y no me atrevo a darte ninguno, si al menos se escapara uno…

Imagino que eso es lo bonito, que siento, que estás dispuesto a darlo todo por un sentimiento, sólo por darlo, por expresarlo, ni siquiera importa el resultado o cuál será el final del cuento, o siquiera si habrá cuento, o será algo que acabe llevándose el viento como todas las historias que no tienen el peso de importarle a alguien.

Sólo importa eso, que lo siento. La sangre hirviendo, la primavera en invierno y cada vez que te veo, un rayo recorriéndome el cuerpo…

Si soy veleta...

Si soy veleta, te dejo ser mi viento. Pero por favor, se brisa, no seas huracán y me cambies hasta los cimientos en que a los largo de los años me he asentado.
Te dejo que me descubras nuevas direcciones, nuevos bailes, nuevos movimientos...

Dicen que estoy rota porque no todos los vientos señalo, pero es sólo que hay vientos que es mejor no hacerle caso.

He visto lo hermoso que soplas, los aires que traes y los desaires que soportas... He visto tu estela cuando me traes la primavera y te llevas el invierno

Te dejo ser mi guía, orientarme mientras te deslizas por mis líneas, sólo pido que no me arranques, suave, sólo deslízate...

Si empiezas volando, luego no querrás caminar...

Si empiezas volando, luego no querrás caminar... No intentes hacer amigo al amante, es como darle las llaves de tu casa a un acosador.

Empezamos con la provocación en la mirada. Cuando nos conocimos teníamos claro que tarde o temprano, o nuestros labios se besaban o nos dejaríamos de ver. Es lo que tiene una cita con alguien que conoces por un chat, nadie va con la ilusión puesta en encontrar una nueva amiga, como poco, los más "machos" van agarrándose el paquete jadeando pensando en el polvazo que van a echar. Los menos "machos", los más Disney, lo más románticos, lo más idiotas, vamos pensando en que quizás sea el famoso amor de nuestra vida...

El caso es que todos, vamos con el deseo corriendo por la sangre, con mil escenas totalmente imaginadas de cómo besaremos a esa persona en la que tenemos, queramos o no todas las esperanzas, algunos de una noche, otros de una vida. Y dependiendo de la ilusión con la que vayamos y/o cuántos batacazos nos hayamos dado, cada gesto se puede interpretar de mil maneras que bien puede significar que ella nos deseé amándola en su cama o a un metro de distancia.

Cuando por eso mismo malinterpretamos la señales y esa mujer equivocada, se convierte en la mujer de nuestra vida, ahí llega el problema. Besamos, amamos y deseamos como si de verdad fuera lo más importante, movemos el mundo por verla, doblamos el tiempo a nuestro antojo para pasar un ratito más agarrados a su mano, y antes de que nos demos cuenta, estamos volando, cogiendo al futuro por el hombro como un compañero fiel de toda la vida y haciendo planes para el verano. 

El problema es cuando se cae el velo, cuando se empieza a ir el deseo, al amor se le cura su ceguera (el único ciego que jamás desearía que se curara) y ve lo que realmente hay. Entonces es cuando todo el amor que recubre un corazón se va deshaciendo, se va cayendo hecho jirones, pero con la piel de un corazón que al quedarse en carne viva duele, quema e irrita. Cuando vemos a esa persona ya no hay tanto placer, si no una especie de rencor, un "sé que no es culpa tuya, pero me haces daño", sus guiños ya no son tan cómplices si no una burla más de la que ya estás harto, su sonrisa ya no es tan linda, sus manos no son tan suaves y sus ojos han perdido ese marrón miel, ahora son más bien marrón pardo tierra seca.

Por último llega la peor parte, las concesiones. "Nos daremos un tiempo y nos veremos después", "Aún podemos ser amigos", etc... No lo hagáis, vamos, no sabemos ser amigos. Os habéis conocido entre besos y edredones, no habéis discutido porque cada discusión acababa en la cama. Nos habéis odiado porque lo más cerca que habéis estado de hacer daño al otro ha sido al clavar los dientes en su cuello. No os queréis porque ya no sabéis realmente cómo es el otro, cada gesto ha sido interpretado al antojo de un deseo que sólo quería que esa persona fuera vuestra para siempre, un robo habría sido justicia y un asesinato piedad en ese estado.

Lo único que se puede hacer es esperar a que el tiempo mate el recuerdo de los besos de esa persona, o al menos los haga inofensivos. Cualquier tiempo pasado fue mejor dicen, si hay besos o sexo de por medio, mejor y fantástico. El problema de no dejar pasar suficiente tiempo, es que la belleza interior no siempre está presente, la exterior sí, y la exterior a menudo nos hace olvidar lo que no nos gustó de la interior y caer otra vez en esa espiral de ponerle un velo al amor, para luego desollarlo de nuevo y que el rencor pase a ser odio... Llegará un momento que eso no habrá tiempo que lo cure...

Lo que siempre quise...

Llame al timbré y esperé nervioso en la puerta, tenía ganas de verte. Fue un buen día, tenía ganas de contártelo y disfrutarlo contigo, reírnos un rato, besarte y un calentito etc. 


Me abriste con una sonrisa de oreja a oreja, tu pelo húmedo recién salido de la ducha se te pegaba a mechones en la cara, te daba cierto atractivo. 
-Hola nene, ¿qué tal el día?- me preguntaste mientras me cogías del brazo cariñosamente y me hacías pasar. 
-¡Genial cielo!, tenemos que celebrarlo. ¿Tú qué tal?- y según te lo preguntaba tenía una idea cada vez más clara de cómo quería celebrarlo.
-Pues genial tamb...- Suficiente, sé que estás genial, es todo lo que necesitaba saber, no aguanto más. Te empiezo a besar, dejo que esa última palabra pase a mí a través de nuestros labios. Cuando me acerco a ti nuestro pulso se acelera, te atraigo hacia mí y nuestros cuerpos se amoldan hasta que casi se hace el vacío. Sólo sobra algo, la ropa.


Mi lengua se abre paso entre tus labios buscando a su compañera, quiero tu saliva, quiero mi miel, quiero mi azúcar que como buen niño cuando lo tomo, hace que nunca quiera dormir cuando lo pruebo. Mis manos empiezan a bajar por tu espalda, haciendo surcos de fuego que poco a poco se transformarán en sudor, en un canto a la pasión que la lujuria seguirá hasta más abajo de tu ombligo.


A medida que tu respiración empieza a acelerarse mi mano se dirige al botón de pantalón y un segundo, está hecho, vía libre hacia el placer. Empiezo a acariciar con el índice tu ombligo y, poco a poco, esa caricias sinuosas como el cauce de un río van bajando abajo. Ambos sabemos a dónde me dirijo, pero prefiero hacerte esperar, que esperes el camino, que reces para que se me escurra el dedo (con el sudor no sería difícil) y llegara antes ese deseo que estás llamando desde el momento que empezaste a besarme.


Introduzco mi mano en tus bragas pero sólo tres dedos se sumergen en tu humedad, tres dedos que juegan con tus labios guiados por tus suspiros y tus gemidos... Has dejado de besarme, no puedes más, sólo tienes tu boquita dulce entre abierta mientras suspiras y gimes, es lo único que puedes hacer ahora mismo. Te doy la vuelta, con mi mano libre aparto el pelo de tu oído y tu cuello, mientras te toco voy sembrando un caminito de besos, de mordiscos y de ganas, mientras mis dedos muchos más abajo se ocupan de volverte completamente loca.


Te das la vuelta, menos dueña de ti de lo que te gustaría, más que besarme me muerdes, me llevas cogiéndome por los labios a tu habitación y allí me arrancas la camiseta mientras me sientas en tu cama. Vuelves a besarme los labios con fuerza y luego vas bajando besándome el cuello, el pecho... mientras yo recuerdo mis mejores sueños. Me quitas los pantalones y los calzones, estoy desnudo y duro, te sientas encima de mí. Yo sólo puedo pensar una cosa, quiero estar dentro de ti, quiero oírte gritar de placer hasta que no quede ningún deseo sin cumplir dentro de ti.


Te tumbo en la cama, te beso por todo el cuerpo, mis besos van deshaciendo tu ropa que va cayendo al suelo. Me encantan tus pechos, siempre me gustaron, quizás no son los más grandes del mundo, pero son míos y son perfectos. Los beso, cojo tus pezones entre mis labios hasta que pierden su timidez y se muestran en todo su esplendor. Beso cada costilla, tu esternón, tu ombligo y voy bajando hasta que mis labios se encuentran con los tuyos, aunque estos me reciben mucho más húmedos que los de arriba. Los beso una y otra vez hasta que se hinchan de orgullo y lujuria al sentirse importante y deseados, mostrándome por fin tu pequeño tesoro. Empiezo a hacer circulitos con la lengua alrededor de tu clítoris, está en el centro de mi erótica diana y mis círculos son cada vez más pequeños... Según me voy aproximando tus manos bajan a mi cabeza para empujarme, para meterme prisa, pero no cariño, quiero hacértelo querer de verás, que no sea un capricho, que sea tu mayor ilusión... Y una vez tu respiración me asegura que así es, empiezo a lamerte despacito, rápido, lo que los temblores de tu cuerpo me pidan... 


Cuando veo que estás lista, no lo dudo, te agarro de las piernas y tiro hacia abajo hasta colocarte justo debajo de mí. Tu cara a la altura de mi cara, tu pecho a la altura de mi pecho, tu sexo a la altura de mi sexo... Empiezo a entrar en ti despacito, cada entrada acompañada de un beso cada vez más largo y húmedo. Tú empiezas a aumentar el ritmo y yo no dudo en seguirte, tus besos empiezan a relajarse a medida que tu boca se abre en una mueca de puro gusto. La velocidad sigue subiendo, la lujuria nos sigue agarrando fuerte con la bravura de un caballo desbocado, empiezas a clavar tus uñas en mí....


De repente, empiezan los gemidos a convertirse en gritos, pides que embista más fuerte y así lo hago. Los gritos empiezan a fusionarse en un solo, tus uñas se clavan en mi espalda, empiezas a creer que si no te agarras fuerte a mi espalda empezarás a volar, nunca hemos sentido tanto, mis respiración también está acelerada, yo no puedo aguantar mucho más.


Y por fin la señal que yo estaba esperando, tu último grito se acaba ahogando en un gemido que finaliza en el silencio, sólo roto por los suspiros que indican que yo también he llegado. Un mundo lleno de placer, sudor, sueños y deseos cumplidos al que ambos hemos llegado. 


Sólo alcanzamos a decir un cosa mientras buscamos los labios del otro y enterramos nuestros dedos en el pelo del otro... -Te quiero cielo-...

Llegó como un huracán revolviéndolo todo...


Yo ya me había olvidado de lo que era querer con mayúsculas, de que se me escapara el corazón del pecho, de besar a alguien por necesidad incluso más que por deseo. Intenté se más macho, más bravo, más lanzado. En definitiva, ser quien no soy, beber hasta sacar al otro, a aquel tío que es más animal que hombre, a aquel que balbucea más que hablar, pero que sí tiene una polla más guerrera que a la mínima falda se envalentona sin preguntarse muy bien qué historia, qué gusto o simplemente qué persona hay detrás de unos labios... Afortunadamente para todos, un tío que sólo balbucea no suele conseguir nada. En cualquier caso, me veía yo en ese experimento de reducir poco a poco las dosis de alcohol para sacar más a menudo a ese macho, que poco la importan las mujeres y mucho los coños, cuando llegó ella...

Se coló a base de "cariños y cielos qué tal hoy?", de su energía, de su no parar, ¿sabéis lo difícil que es encontrar a una mujer que le guste hacer casi de todo? ¿Y lo que no, le gustaría probarlo? (esta vez no hablo de sexo). En fin, impresionante, una de esas que uno espera mucho tiempo, que pides en secreto y hasta en bajito cuando estás solo a las estrellas fugaces y a las tartas de cumpleaños. Supongo que todo era genial...

Fuimos a cenar y después la besé. La besé con ganas, la besé esperándolo todo, la besé esperando las llamas y la primavera, la besé esperando arder, la besé como en las películas, con esa cara de idiota incluida... Pero no llegó nada de eso, simplemente no estaba enamorado, lo que llegó fue un beso tras otro, sólo eso...


Obviamente se lo dije, no estoy enamorado (supongo que la ilusión hizo que no lo viera antes, lo siento), el hombre que soy normalmente es romántico y coherente, creo que lo mejor que podía hacer es evitar que perdiera el tiempo conmigo. No le iba a dar mi corazón, ni a quedarme y cuidar el suyo, que es al fin y al cabo lo que andábamos buscando.


Hasta ahí parece todo lo "más normal", lo más correcto. Hasta que efectivamente se fue, y se fue como el mar dejando a la vista todo lo que había traído con su marea, y sus maneras. Los cariños, los cielos, lo querido que me sentía y la importancia que me había dado. Cada beso, cada abrazo y su olor. Y yo como buen idiota al que le quitan la pelota volví a por ella, y ella con buen uso de su orgullo, me rechazó. 

No estaba enamorado y aún así la echo de menos. Me recordó todo lo que no tenía... Me recordó el cuerpo que me falta para acariciar, o las manos que me sobran para lo mismo. Me recordó los labios que están hartos de hablar, que ya les parece extraño lamer y besar. Me recordó que una cama es demasiado grande para una persona. Me recordó la piel de gallina, los gemidos, que mi boca también puede traer la primavera a un cuerpo de mujer, hacer que sus pechos crezcan, que de su sexo brote el agua que haga que se humedezca. Me recordó que tenía alas como cualquier otro, y lo mejor, me recordó que follar con un coño no ME hace volar, que YO para volar, tengo que amar a una mujer.

Llegó como un huracán revolviéndolo todo, se fue como la marea, dejando a la luz todo lo que había traído.