domingo, 15 de noviembre de 2015

Reinventarse

Hay veces que te sientes en un cuerpo extraño, como si todo,salga bien o mal, no encajara. Como si todo fueran pruebas o balas disparadas a dar. Si algo sale bien, la esquivas y salvas la vida, con tu relámpago de miedo por el cuerpo y tu sudor frío color pánico por la frente. Si algo sale mal, otra herida, otro sitio que te sangra y por el que se te escapan lágrimas con la vida. 
Así vas esquivando balas, saltando, bajando cuerpo a tierra, con el miedo decidiendo momento a momento, hasta que todo lo mueve la pura inercia y las ganas de sobrevivir.

Yo admiro a esas personas capaces de convertirse en trinchera en mitad de esa guerra. Esas personas que respirando tres, cinco, diez veces, cambian la perspectiva y el mundo. La primera respiración pone claveles en las puntas de los fusiles, la segunda cambia una legión de soldados por una constelación de profesores con mil lecciones que enseñarte y aprender, la tercera respiración cambia la maldad de los relojes y en vez de tragarse el tiempo, lo escupen poniendo arenas de oro a sus pies.


Admiro a la gente que sabe encontrar su pasión, que tiene el valor de jugar con ella aunque se le erice cada pelo del cuerpo, saber aceptar esa electricidad que recorre cada poro de su piel. Que sabe ver cómo dedicar su vida a ese relámpago, hasta que pase la tormenta y buscar otra.


Admiro a quien llega a la cama muerto de cansancio y sólo piensa en resucitar la mañana siguiente para comerse el mundo estrenando su vida cada día.

Admiro a la gente que es capaz de reinventarse, cuando se aburre de mirar al mundo siempre del mismo modo.

Quizás sea ese el secreto, cuando llega el aburrimiento y se queda el tiempo suficiente para ser rutina, cuando el movimiento lo manda la inercia... Morir, resucitar, volar y reinventarse una vida alrededor de una tormenta con relámpagos que ericen nuestra piel. 


domingo, 8 de noviembre de 2015

Mucho más que un hombre y mucho más que una mujer

Más de una y veinte veces se me ha desbordado la vida y me he sorprendido llorando, tanto de pena como de alegría.
 
No necesito ser más fuerte ni más duro que nadie, no necesito proteger a nadie que no lo necesite, no necesito ser las 24 horas el macho alfa ni el héroe. He rescatado y me han rescatado. 

He cogido a mis sobrinos recién nacidos, cuando eran figuras de cristal. Hice de mis brazos la marea del mar para acariciarlos y mecerlos hasta que caían dormidos, silbando una tonta balada disney.

He sacado pecho y he competido, he saltado, he corrido, he gritado de rabia. 
He mirado a otras personas con ganas de matar, con el odio en los ojos y mi lengua mordida entre los dientes, he sacado pecho, he peleado, he ganado y he perdido. 

He caído y me he levantado cada día, y puedo decir a ciencia cierta, que el día más feliz de mi vida, fue cuando decidí no limitarme, salirme de moldes y otras limitaciones sociales, y aprender a ser mucho más que un hombre y mucho más que una mujer.

He visto a hombres, dejar de ser hombres de piedra, para convertirse en poetas, coger los sentimientos para jugar a su antojo. Ser capaces de enfrentarse a ellos, mirarlos a los ojos hasta ser capaces de domarlos y encerrarlos en una jaula en una hoja de papel para que los acaricie quien quiera.

He visto a mujeres, dejar de ser mujeres de cristal, para convertirse en guerreras y dejar sin fuelle a la primera persona que la rete. Volverse un huracán indomable, una persona que no necesita ser rescatada pues no hay castillo que la encierre, ni dragón ni cabrón que la intimide.

He visto personas que a fuerza de alas, de ser dura piedra o delicado cristal, de volverse de mil colores para embellecer la vida con mil primaveras, a fuerza de echarle ovarios y cojones, dejaron atrás sus géneros y se convirtieron en personas.

Espero que el mundo, algún día, aprenda la magia de ver a la gente como mucho más que un hombre y mucho más que una mujer...