domingo, 14 de junio de 2015

Lo siento, yo ya no necesito a nadie

Cuidé tanto tiempo el amor por ti. Lo acuné entre mis brazos, lo alimenté, le enseñe a caminar y a volar, le enseñé la magia y a huir de los trucos, le enseñé a criar todas las margaritas del mundo con pétalos que dicen que sí, le enseñé mil historias interminables que nunca acaban, pero siempre van bien... 

Le enseñé todo para que estuviese listo para ti, tenía el corazón en bandeja de plata, envuelto en papel de regalo. 


Pero nunca llegaste, y el amor y yo, como pasajeros abandonados en la estación de autobús, empezamos a mirarnos, a sonreírnos, a hablar, a conocernos... Cogimos el corazón tan nuevo, apenas sin usar de la bandeja, lo desenvolvimos y disfrutamos con cada latido de vida. Cada latido era primavera, era alegría, era una navidad, era un carnaval, eran noches de reencuentro... 


Así, tan nuestro, tan mío, era un secreto guardado bajo llave desvelado sólo para mí, sólo para mí y ese amor tan educado para ti, pero que tan abandonado y ofendido, se queda conmigo, ahora somos amigos. 


Podéis creerme, mil veces mejor compañero de juegos que la soledad, es el amor propio. Es igual de fiel, pero hace mucha más compañía...


Así que sintiéndolo mucho cielo, seas quien seas, ya no te necesito. Ya no te quiero. Si vienes que sea en son de paz y con bandera de amistad, si te cuelas en mi cama, serán unas noches, pero no una vida. 


Tengo un corazón a prueba de balas, anticoronas de princesas y otros cuentos, y un sistema antirrobo a prueba de caricias, palabras amables y toda mierda deshonesta. 


Tengo un corazón que late a rabiar, a gritar, a gemir, que suena a carcajadas y que bombea tanta sangre como pasiones y sueños. Tengo un millón de margaritas que siempre dicen que me quiero, tengo la magia para hacer realidad los castillos en el aire. 
Lo siento, yo ya no necesito a nadie...

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