Las palabras no importan y el lenguaje inclusivo es una
gilipollez, pero mi sobrino de 5 años ya juega a que es un héroe que salva el mundo, mi sobrina de 4 años ya es una princesa que pide que la
rescaten.
Las palabras no importan, pero si te pegan como una mujer no
duele. Las palabras no importan, pero no llegas lejos si corres como una mujer.
Las palabras no importan, pero los hombres no saben llorar,
si lo hacen, lo harán como mujeres.
Las palabras no importan, nadie es machista, pero yo sólo he
cogido una plancha en mi casa la única semana que mi madre cogió una baja y no
pudo ir a trabajar.
Las palabras no importan, nadie es machista, pero cuando me
independicé me tuvieron que enseñar a poner la lavadora.
Las palabras no importan, pero a los cobardes todo el mundo
les ha llamado más veces “maricones” que “cobardes”. Los homosexuales más veces
“maricas”, “desviados”, que gays, o simplemente por su nombre.
Las palabras no importan, ya no importan, para mí ya no son
importantes. Yo ya estoy jodido, para mí un cobarde es un “maricón”, una
persona en silla de ruedas un “discapacitado” no “una persona con una
discapacidad”, una persona con síndrome de Down es un “retrasado” no es una “persona
con diversidad funcional”…
Yo ya estoy perdido, yo tengo que pelear para cambiar las
palabras, tengo que filtrar, tengo que pensar, tengo que reconstruir cada
mierda de estructura que me han metido en la cabeza martillazo a martillazo.
Pero os juro que lucho y lucharé para que no se pierdan ni
mis sobrinos ni mis sobrinas, ni mis futuros hijos o futuras hijas. Yo no quiero que vean a una
persona en silla de ruedas como un discapacitado. No quiero que vean a una
persona con síndrome de Down como un retrasado, como una persona tan ajena a
ellos que no sepan cómo tratar con ella.
Porque las palabras no importan, pero por si acaso,
deberíamos empezar a vigilar nuestra forma de hablar. No por nosotros, sino por
los que vendrán.
Y todo esto no es nuevo, según escribo no hago más que
acordarme de un fragmento de un texto (Los nadies) de Eduardo Galeano en el
que, una vez más, resaltaba la importancia del lenguaje. Cómo se puede utilizar
para echar por tierra la población de todo un continente.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.
Porque cada vez que miraba a mi alrededor a todo grupo
desfavorecido, me preguntaba si no estaríamos siendo de algún modo víctimas de
un macabro truco de marketing. Ahora veo crecer a mis sobrinos y lo que antes
era una sospecha, ahora es puro miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario