domingo, 10 de julio de 2016

Las palabras no importan

Las palabras no importan y el lenguaje inclusivo es una gilipollez, pero mi sobrino de 5 años ya juega a que es un héroe que salva el mundo, mi sobrina de 4 años ya es una princesa que pide que la rescaten.

Las palabras no importan, pero si te pegan como una mujer no duele. Las palabras no importan, pero no llegas lejos si corres como una mujer.

Las palabras no importan, pero los hombres no saben llorar, si lo hacen, lo harán como mujeres.

Las palabras no importan, nadie es machista, pero yo sólo he cogido una plancha en mi casa la única semana que mi madre cogió una baja y no pudo ir a trabajar.

Las palabras no importan, nadie es machista, pero cuando me independicé me tuvieron que enseñar a poner la lavadora.

Las palabras no importan, pero a los cobardes todo el mundo les ha llamado más veces “maricones” que “cobardes”. Los homosexuales más veces “maricas”, “desviados”, que gays, o simplemente por su nombre.

Las palabras no importan, ya no importan, para mí ya no son importantes. Yo ya estoy jodido, para mí un cobarde es un “maricón”, una persona en silla de ruedas un “discapacitado” no “una persona con una discapacidad”, una persona con síndrome de Down es un “retrasado” no es una “persona con diversidad funcional”…

Yo ya estoy perdido, yo tengo que pelear para cambiar las palabras, tengo que filtrar, tengo que pensar, tengo que reconstruir cada mierda de estructura que me han metido en la cabeza martillazo a martillazo.

Pero os juro que lucho y lucharé para que no se pierdan ni mis sobrinos ni mis sobrinas, ni mis futuros hijos o  futuras hijas. Yo no quiero que vean a una persona en silla de ruedas como un discapacitado. No quiero que vean a una persona con síndrome de Down como un retrasado, como una persona tan ajena a ellos que no sepan cómo tratar con ella.

Porque las palabras no importan, pero por si acaso, deberíamos empezar a vigilar nuestra forma de hablar. No por nosotros, sino por los que vendrán.

Y todo esto no es nuevo, según escribo no hago más que acordarme de un fragmento de un texto (Los nadies) de Eduardo Galeano en el que, una vez más, resaltaba la importancia del lenguaje. Cómo se puede utilizar para echar por tierra la población de todo un continente.

Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.

Porque cada vez que miraba a mi alrededor a todo grupo desfavorecido, me preguntaba si no estaríamos siendo de algún modo víctimas de un macabro truco de marketing. Ahora veo crecer a mis sobrinos y lo que antes era una sospecha, ahora es puro miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario