viernes, 7 de octubre de 2016

La rutina

Hay quien juega a hacer castillos, hay quien juega a enterrarse vivo.
El secreto está en moverse, no darle tiempo al cemento a que seque. El secreto es que los sueños sean brújulas y mapas, algo más que cuadros que ver pasar, que el tiempo se encargue de armar con fusiles que acaben tirando a matar. El secreto es saber coger relatos de los testigos que pasaron por el mismo sitio antes que nosotros, sacar la moraleja y enterarnos que el fango que hoy es blando, casi cómodo, el tiempo se encargará de endurecerlo y de hacer una presa de la que puedas salir. Y lo peor es que cuando seas un futuro cadáver atrapado en el cenagal, serás capaz de pensar que siempre te puedes arrastrar, no se está tan mal. El secreto es no confiar en la rutina, ella es el alquitrán. Siempre hay que cambiar algo, siempre hay que probar a saltar con la otra pierna, levantarnos quizás haciendo el pino, cambiar perspectivas, tumbar límites a base de sudor y cansancio. Llegar a la cama deseando dormir, sin que la almohada pueda reprocharnos nada. 

Todos sabemos las lecciones, todos sabemos los secretos, el problema es que el alquitrán no tiene ese olor tan duro y desagradable, quizás tenga esa dulce monotonía de una fiesta por las noches bien cargada que saque a ese asalvajado y confiado hombre del tequila. Quizás tenga el sonido de mil tardes tecleando quemadas frente a un ordenador, un móvil o una consola, con un juego o un "joder, esta tarde no he hecho nada" sin avanzar a ninguna parte, quedándote quieto mientras el alquitrán se endurece.
Quizás es porque tenga discursos que convenzan, excusas que justifiquen todo, pero la verdad es que al final, cuidado, pocas personas se libran del alquitrán y la rutina.

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