viernes, 30 de diciembre de 2016

Las estaciones

Las estaciones tienen algo de magia. Tienen esa habilidad para quitar las máscaras, para desnudar los sentimientos de intenciones y simulacros. 

Las despedidas en una estación tienen algo de luto. La distancia es lo más parecido a la muerte en la vida. Lo peor de la distancia, como la muerte, es que sabes que no va a estar esa persona cuando la necesites, o cuando te necesite. Lo peor de las despedidas en la estación es que saben a eso, a despedidas, no habrá un "después" temprano y palpable para ver a esa persona, y eso el corazón lo sabe, porque es esfuerza en vomitar todo lo que tiene dentro. Da gusto ver a parejas abrazadas, dejando de lado al mundo, diciéndose te quiero y te echaré de menos con una mirada ahogándose entre lágrimas.

Pero sin duda, lo mejor de las estaciones son las bienvenidas, posiblemente sean la mejor expresión del amor que hay. Sólo hace falta fijarse bien cuando una persona va saliendo de la terminal. Cuando las miradas de ambas personas coinciden desaparece toda norma social, toda compostura,  el cuerpo es recorrido por un relámpago que lo impulsa a correr con una carcajada de pura alegría entre los dientes. Cuando se acercan por fin hay un abrazo que intenta fundir los cuerpos, y la mayoría de las veces está muy cerca de conseguirlo...

Las estaciones tienen una sinceridad brutal con el pasajero solitario, ya que a la llegada lo único que tiene es una sucia envidia de todo aquel que tiene quien le reciba y le despida. Lo único que le queda es la absurda libertad que da no tener quien le espere...

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