martes, 13 de diciembre de 2016

Me llegó por fin la adolescencia...

No sé si me llegó la adolescencia, pero últimamente me duele más la injusticia. 

Me imagino que duele más llegar a la cama como un cobarde que con la cara partida a golpes. 

El mundo se ha quedado en un caso casi improbable, pero ya no es imposible. 
Si no se arregla es porque no lo intento lo suficiente. Boko Haram (o cómo se llame ese puto brazo de Isis) empuja a refugiados a Nigeria, mueren de hambre y a mí el día se me hace más triste. Tengo la cabeza partida en dos pensando cómo convertir un campamento de refugiados de la noche a la mañana en un poblado autosuficiente. ¿Qué hacen falta? ¿Comida, vacas, construcción, ... ? Ya no hay resignación, ahora hay listas, hay esperanza, pero también hay un puto reloj de arena en la cabeza, donde no caen granos de arena, caen simplemente vidas, caen almas en pena. En su mayoría niños que murieron antes de aprender lo que es la vida, por haber errado y haber nacido en el hemisferio equivocado.

Me llegó la adolescencia y me faltan experiencias, me faltan emociones, me faltan latidos o me sobran alientos que nadie ni nada me ha robado. Miro de reojo a las drogas, una salida fácil para sentir un poco más. Y entonces lo piensas, falta por sentir porque falta valor, faltaba valor. 
Faltaba valor para subir a un escenario de un pequeño bar y ponerse a recitar con la piel erizada, empujada por un alma que lucha por salir.
Faltaba valor para prepararse para un montón de proyectos que siempre he tenido en mente. No sé porqué cojones hasta ahora había algo en mí que se creía que un "nunca lo intenté realmente" era una buena excusa.
Faltaba valor para siquiera pensar en hacer algo por el mundo. Faltaba valor para dejar a la conciencia tomar las riendas y dejar que me ahogue con la almohada al llegar a la cama, si no he hecho algo para prepararme para poder hacer algo más el día de mañana. 
Faltaba valor para reconocer que hay y hubo héroes en este mundo que lucharon contra todo, dieron o sacrificaron todo lo que yo siempre he deseado y pulverizaron las palabras que suenan como "imposible", mientras honraban palabras como "locura" o "sueño"... 

Me llegó la adolescencia y creo que me hice más inocente, más radical, más soñador, más empático, más consciente, más irascible, menos paciente... En fin, creo que me hice un adolescente.

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