Dicen que cuando dicen algo bueno, te pitan los oídos.
Entonces culpa mía si te tiembla el alma recorrida por un escalofrío.
Últimamente, cada vez que me siento a la orilla de unos de esos poemas de amor, cierro los ojos, apenas un pestañeo en el que te respiro y te invito a colarte en mis huesos, a colarte entre los versos.
Entonces salto y juego con la ilusión de encontrarme entre las olas del poema contigo.
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