sábado, 24 de enero de 2015

Lo que siempre quise...

Llame al timbré y esperé nervioso en la puerta, tenía ganas de verte. Fue un buen día, tenía ganas de contártelo y disfrutarlo contigo, reírnos un rato, besarte y un calentito etc. 


Me abriste con una sonrisa de oreja a oreja, tu pelo húmedo recién salido de la ducha se te pegaba a mechones en la cara, te daba cierto atractivo. 
-Hola nene, ¿qué tal el día?- me preguntaste mientras me cogías del brazo cariñosamente y me hacías pasar. 
-¡Genial cielo!, tenemos que celebrarlo. ¿Tú qué tal?- y según te lo preguntaba tenía una idea cada vez más clara de cómo quería celebrarlo.
-Pues genial tamb...- Suficiente, sé que estás genial, es todo lo que necesitaba saber, no aguanto más. Te empiezo a besar, dejo que esa última palabra pase a mí a través de nuestros labios. Cuando me acerco a ti nuestro pulso se acelera, te atraigo hacia mí y nuestros cuerpos se amoldan hasta que casi se hace el vacío. Sólo sobra algo, la ropa.


Mi lengua se abre paso entre tus labios buscando a su compañera, quiero tu saliva, quiero mi miel, quiero mi azúcar que como buen niño cuando lo tomo, hace que nunca quiera dormir cuando lo pruebo. Mis manos empiezan a bajar por tu espalda, haciendo surcos de fuego que poco a poco se transformarán en sudor, en un canto a la pasión que la lujuria seguirá hasta más abajo de tu ombligo.


A medida que tu respiración empieza a acelerarse mi mano se dirige al botón de pantalón y un segundo, está hecho, vía libre hacia el placer. Empiezo a acariciar con el índice tu ombligo y, poco a poco, esa caricias sinuosas como el cauce de un río van bajando abajo. Ambos sabemos a dónde me dirijo, pero prefiero hacerte esperar, que esperes el camino, que reces para que se me escurra el dedo (con el sudor no sería difícil) y llegara antes ese deseo que estás llamando desde el momento que empezaste a besarme.


Introduzco mi mano en tus bragas pero sólo tres dedos se sumergen en tu humedad, tres dedos que juegan con tus labios guiados por tus suspiros y tus gemidos... Has dejado de besarme, no puedes más, sólo tienes tu boquita dulce entre abierta mientras suspiras y gimes, es lo único que puedes hacer ahora mismo. Te doy la vuelta, con mi mano libre aparto el pelo de tu oído y tu cuello, mientras te toco voy sembrando un caminito de besos, de mordiscos y de ganas, mientras mis dedos muchos más abajo se ocupan de volverte completamente loca.


Te das la vuelta, menos dueña de ti de lo que te gustaría, más que besarme me muerdes, me llevas cogiéndome por los labios a tu habitación y allí me arrancas la camiseta mientras me sientas en tu cama. Vuelves a besarme los labios con fuerza y luego vas bajando besándome el cuello, el pecho... mientras yo recuerdo mis mejores sueños. Me quitas los pantalones y los calzones, estoy desnudo y duro, te sientas encima de mí. Yo sólo puedo pensar una cosa, quiero estar dentro de ti, quiero oírte gritar de placer hasta que no quede ningún deseo sin cumplir dentro de ti.


Te tumbo en la cama, te beso por todo el cuerpo, mis besos van deshaciendo tu ropa que va cayendo al suelo. Me encantan tus pechos, siempre me gustaron, quizás no son los más grandes del mundo, pero son míos y son perfectos. Los beso, cojo tus pezones entre mis labios hasta que pierden su timidez y se muestran en todo su esplendor. Beso cada costilla, tu esternón, tu ombligo y voy bajando hasta que mis labios se encuentran con los tuyos, aunque estos me reciben mucho más húmedos que los de arriba. Los beso una y otra vez hasta que se hinchan de orgullo y lujuria al sentirse importante y deseados, mostrándome por fin tu pequeño tesoro. Empiezo a hacer circulitos con la lengua alrededor de tu clítoris, está en el centro de mi erótica diana y mis círculos son cada vez más pequeños... Según me voy aproximando tus manos bajan a mi cabeza para empujarme, para meterme prisa, pero no cariño, quiero hacértelo querer de verás, que no sea un capricho, que sea tu mayor ilusión... Y una vez tu respiración me asegura que así es, empiezo a lamerte despacito, rápido, lo que los temblores de tu cuerpo me pidan... 


Cuando veo que estás lista, no lo dudo, te agarro de las piernas y tiro hacia abajo hasta colocarte justo debajo de mí. Tu cara a la altura de mi cara, tu pecho a la altura de mi pecho, tu sexo a la altura de mi sexo... Empiezo a entrar en ti despacito, cada entrada acompañada de un beso cada vez más largo y húmedo. Tú empiezas a aumentar el ritmo y yo no dudo en seguirte, tus besos empiezan a relajarse a medida que tu boca se abre en una mueca de puro gusto. La velocidad sigue subiendo, la lujuria nos sigue agarrando fuerte con la bravura de un caballo desbocado, empiezas a clavar tus uñas en mí....


De repente, empiezan los gemidos a convertirse en gritos, pides que embista más fuerte y así lo hago. Los gritos empiezan a fusionarse en un solo, tus uñas se clavan en mi espalda, empiezas a creer que si no te agarras fuerte a mi espalda empezarás a volar, nunca hemos sentido tanto, mis respiración también está acelerada, yo no puedo aguantar mucho más.


Y por fin la señal que yo estaba esperando, tu último grito se acaba ahogando en un gemido que finaliza en el silencio, sólo roto por los suspiros que indican que yo también he llegado. Un mundo lleno de placer, sudor, sueños y deseos cumplidos al que ambos hemos llegado. 


Sólo alcanzamos a decir un cosa mientras buscamos los labios del otro y enterramos nuestros dedos en el pelo del otro... -Te quiero cielo-...

No hay comentarios:

Publicar un comentario