sábado, 31 de enero de 2015

La cárcel

¿Y qué hago si todo lo que hay fuera de tu vestido se antoja una cárcel? 
Contando cada segundo de la pena que me queda para deslizarme hacia la libertad y meterme dentro de él. También podría hacerlo ilegal, dar mis mejores besos a los labios de la carcelera, morderla el cuello hasta que caigan los tirantes de la cárcel y pueda disfrutar de la libertad como dios manda, con el amor que dan dos muslos abiertos y tus uñas surcando mi espalda con cada gemido. Beso a beso, embestida a embestida, grito a grito, deseo a deseo, sueño a sueño…
Abandonarnos a dos respiraciones jadeantes al compás, cómplices en la oscuridad, pidiendo sólo que el mundo se quede fuera de esas cuatro paredes, que sólo entre la lujuria con los placeres que quiera regalarnos.
Puede que el cosquilleo de la respiración en tu oreja, puede que el relámpago que produce un justo mordisquito en el cuello, puede que esa pasión que puede desbocarse tras un largo beso bien pegados, compartiendo hasta nuestro aliento, puede que semillas de fuego que plante con las yemas de mis dedos, que hagan que todo tu cuerpo arda en llamas, que sólo puedas calmar con tu humedad, nuestro sudor y nuestra saliva.

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