martes, 17 de marzo de 2015

La última botella

Y esa era la última botella. 
La última vez que veía esa herida abierta.
No más vértigo, no más indecisión, no más pánico.
No más llorar por puto tu nombre y tu puto apellido.
Demasiado odio, rencor, rabia, fuego y alcohol.
Había conseguido esa herida humeante y cauterizada,
pero también había conseguido un alma quemada.
Así cada vez que sentía, jirones de piel de su alma
se estiraban, se desprendían, dolían, quemaba, lloraba...

Para evitar el dolor, se quedó quieto demasiado tiempo.

Tanto, tanto tiempo que se dio él mismo por muerto.

Se levantó y le pesó todo el tiempo que había perdido,
todo el que había visto escurrirse entre sus dedos.
El tiempo, si lo aprovechas pueden ser sueños,
si no, lo que ahora era, la tierra de su entierro.

Movió el cuerpo entumecido, rompió el hielo de dos inviernos,
se le clavaron los vidrios de todo lo que había ido bebiendo,
se le clavaron los motivos que había detrás de cada botella, 
y aún así sacó la mano de la tumba en vida, más allá de la tierra.

Volviendo a nacer con veintitantos años, tras perder unos cuantos sufriendo las heridas.
Con las alas alquitranadas, con los músculos sin saber lo que era moverse, sin memoria,
Educando un cuerpo que sólo recordaba dolor por todas partes, creyéndose cristal.
Pasito a pasito, fue despertando, disfrutando del tacto de suelo, de la mañana y la brisa.
Salto a salto, fue acercándose a pájaros, a soñadores, a triunfadores y a otros cielos.
Aleteo a aleteo, bailando con la lluvia se fue deshaciendo el alquitrán  y cada movimiento,
cada movimiento le convirtió en pájaro, en nube... Le convirtió en un hijo más del viento.

Había llegado el momento de deshacerse,
para poder crecer desde cero, reinventarse.
Había llegado el momento de volver a ser,
pero volver como siempre, pisando fuerte.
Con un sueño entre ceja y ceja. Con el valor, 
las ganas y la libertad sujeta entre los dientes


Era la hora de vivir o morir, el gran duelo.
Donde en cada oportunidad, iría la vida.
Donde en cada segundo, iría el mundo.
Lanzará una moneda,
saltará al vacío,
confiará en que saldrán alas,
confiará en que todo saldrá bien,
confiará en que saldrá cara.

Eso era lo más importante en realidad,
lo más importante del mundo, confiar.

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