domingo, 8 de febrero de 2015

¡A la hoguera!

Me imagino tumbado en la cama leyendo contigo, cada uno su libro, tú apoyada en mi hombro hecho a tu forma. Me imagino cómo poco a poco tu olor me incita a dejar de leer, cómo poco a poco voy apartando mi libro y voy leyendo tu cuerpo, tu respiración,  tus gestos…me imagino cómo poco a poco la mano que te rodea empieza a acariciarte el hombro, cómo tú ya no estás en el libro y una sonrisa aparece en tus labios. Me imagino cómo poco a poco voy deslizando hacia abajo el tirante de tu vestido…

¡Y a la hoguera! Este y todos esos recuerdos ficticios, esa vida imaginada, ¡Que arda! Que deshaga la piel, queme su pelo hasta que sólo queden los huesos de una amistad fuerte, aunque comparada con la vida anhelada sepa a casi nada. A la hoguera cada caricia y cada beso. Cada cita y cada paseo. Todo queda en la imaginación y aún así duele. Pero aun así es mejor una hoguera que un sacrificio, yo no muero más por ti porque tú no estás dispuesta a morir por mí. 

Incluso me he colado en la casa de algún dios a robar tiempo para verte, y aún así no has querido verme.

Lo he intentado todo, pero es lo que tiene el amor, no gana ni quien más da, ni quien más tiene, ni quien más ama…

Yo ya no muero por nadie que no esté dispuesto a morir por mí. Y el problema no es tuyo, es mío que te he dado un aura de deidad. Para amarte estaba dispuesto a sacrificarme, y aunque ahora con el orgullo herido y patético del perdedor, digo que no. Lo cierto es que si me llegas a dar una sola señal, me habría sacrificado, habría sido tuyo vivo, muerto, esclavo a tu servicio de 
pie o arrodillado. El problema es que ni siquiera una señal me has dado.

Y te doy las gracias. Me retiro como un perdedor, sintiéndome un poco más feo, más encorvado, más viejo…Pero vivo. 

El sentimiento herido se me pasa, el corazón en tu pelo enredado, volverá tarde o temprano, cansado de que todos sus deseos acaben en la hoguera quemados.

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